jueves, abril 05, 2007

EL HUMOR EN LA POESIA ECUATORIANA ¿EXISTE...?

¿Se puede construir el humor en la poesía? ¿Hay parámetros específicos para la concepción de una poesía repleta de ironía y humor negro?
Para explicar sobre estos tópicos, primero deberíamos partir del hecho de que si hay o no, normas claras para la creación poética. La poesía no puede convertirse en un simple pasatiempo de aficionado. Es una vida rigurosa la del poeta. Esa sumisión frente a la palabra; esa devoción frente a lo estético, a lo que produce un cambio vital.
La concepción de la obra de arte con el lenguaje, es el hecho poético más difícil que existe. Esto se debe a que el escritor trabaja con algo tan cotidiano -y tremendamente complejo- que es el lenguaje. Las palabras, los verbos, el discurso original, no deviene de una ilusión gratuita. Se debe construir el mundo con las palabras. El único e interno mundo que tienen los poetas, los creadores del lenguaje.
Si no hay definición concreta de los poetas -y la poesía-, peor aún puede darse un fundamento teórico para las determinadas acciones poéticas y sus determinantes teóricos.
Alguna vez escuché decir que a la poesía ecuatoriana le falta humor y le sobra nostalgia. Esa nostalgia que posee el pasillo traguero de nuestros pueblos andinos y sensibles. Cesar Dávila Andrade, por ejemplo, es un caso poético de indiscutible calidad, que a muy grosso modo cultivó una cierta dosis de ironía y humor negro, frente a una universalidad temática y a un intelectualismo sensible.
Nuestra literatura no ha cultivado a grados enormes el humor. Esto puede ser debido a que nuestro pueblo es triste por excelencia. Y esa tristeza nos lleva al discurso de la nostalgia, al no haber encontrado la cuerda salvadora que nos lleve a la utopía, y que nos haga sacar la carcajada de la chanza.
El humor es lo que falta a los caldos, a las gallinas, a las orquestas sinfónicas. Y a la inversa, es lo que no falta a los empedradores, a los ascensores... Se le ha visto entre la batería de cocina, ha hecho su aparición en el mal gusto, tiene su residencia de invierno en la moda... ¿A dónde va? A la ilusión óptica... ¿Su debilidad? Los crepúsculos, siempre que parezcan un huevo al plato.... Así hablaba el maestro surrealista Aragón, sobre el tema que nos concierne.
El humor es el hecho artístico de mayor dificultad dentro de la palabra. Porque, como dice Aragón, este humor va a la ilusión óptica. Entonces el poeta que lo intenta, tiene que valerse de la imagen, para conquistar el Olimpo intransferible de la risa.
¿Será verdad que nuestra poesía no tiene humor? Yo creo que tenemos grandes figuras que lo han cultivado. He ahí algunos fragmentos repletos de corrosivo humor negro, dentro de la poesía contemporánea del país:

Paulina tiene un año y ya rebana
la paciencia del viejo Cuasimodo;
el gato le ama pero de otro modo:
más circunspecto y menos tarambana.

Su juguete es la abuela contra el piso;
no vuela simplemente por pereza;
habla con Dios debajo de la mesa
y cruza, cuando quiere, el paraíso...

(Manuel Zabala Ruiz)

La hoja en blanco
saca la lengua.
Desafía
como un samurai.
Invita como
el culo de una quinceañera.
Engaña
como un fantasma
con seis ventanas...

(Raúl Arias)

Cuando cursi y dramático
te dije en verso
que yo estaba ciego por tu amor,
tú con pragmatismo aclaraste
que tu cuerpo incluía
el sistema braile.

(Patricio Falconí)

Y cara a cara me encontré con ella,
como en un "vis a vis" inesperado (...)
Pero, que nos reconocimos está claro
y como dicen que el que calla otorga
pues yo no dije que esta boca es mía (...)
y ella me preguntó por mi familia,
por el sobrino crápula y el tío
que vivió de "cuentero" hasta esa noche
en que se suicidó por una arpía
y yo le pregunté, como en revancha,
por su quinto marido, el industrioso,
que hizo quebrar su fábrica de hielo
(una quiebra ficticia) con un fósforo;
y por su padre que cambió de sexo
para ejercer la profesión más vieja
y por su madre que colgó los hábitos
al cerrar el burdel. Y se hizo pía.
Y por su hermano, el incestuoso. En fin
fueron gratos recuerdos de familia.

(Fernando Cazón Vera)

Estos ejemplos, como claros textos de humor, risa, chanza.
Hay también ese humor demoledor, en donde entra la ironía negra -a veces trágica- que conlleva a sacar la más gratuita y dolorosa carcajada:

El practicismo práctico sugiere que me case
con un buen comerciante (...)

Mi madre de mi alma
está de acuerdo en esto.
Y lo mismo mi abuela,
mi tía,
mi cuñado,
mis dos lindos hermanos
y todos los amigos de mi querida gente...

De la raíz más honda del practicismo, brota:
"Ileana, un comerciante... ¡Un comerciante, Ileana!".
Pero Ileana,
la tonta,
la lírica,
la loca
se casa
-si se casa-
con un poeta pobre.

(Ileana Espinel)

A una escuela de monjas me enviaron,
como un papel en blanco dentro de un delantal.
Allí me enseñaron las primeras mentiras
y un deseo infinito de sentarme a llorar.

El abecedario era sencillo,
del tamaño de una hormiga era la a,
pero yo la hallaba difícil,
porque la monja era una letra
que no me entraba.

No encajaba en mis sueños,
me sabía a dentrífico,
más que una monja me parecía un cirio,
un gnomo,
una madrastra,
una araña,
un suplicio...

(Ana María Iza)


De todo corazón hoy me arrepiento
............................................................
de no hacer ejercicios,
de usar lentes,
corbata,
pantalones,
sabiendo que al final
solo y desnudo
me har

(Rodrigo Pesantez Rodas)

Yo
chofer de land rovers
y de coches de bebés.

Ex-violín,
media nylon
con los puntos idos
para siempre.

Yo jaque mate
de mi propia partida de ajedrez (...)

Yo
incapaz de sentarme encima de una rosa
me arrepiento en el alma
no haber aprendido corte
y confección.

(Ana María Iza)

Te beso de lejos
de lejísimos
yo sé que mides
cuarenta y ocho
bocas mías

(Victoria Tobar)

Un día
de tanto puro amor
te retuercen el cuello,
te muerden
en los puntos dolorosos,
quieren hacerte altoparlante,
te miden,
te limitan,
te ponen precios fijos
y te llenan de rótulos la vida,
y eso más
no permiten que revientes.
Así la soga
desde los pies al cuello,
desde que llegas
hasta cuando nos echan fuera,
así nos van matando
de tanto puro amor.

(Euler Granda)

ECUADOR

1. La geografía

Es un país limitado por sí mismo,
partido por una línea imaginaria
y no obstante cavada en el cemento al pie de la pirámide.
Si no, cómo podría la extranjera retratarse
perniabierta sobre mi patria como sobre un espejo,
la línea justo bajo el sexo
y al reverso: "Greetings from la mitad del mundo".
(Niños, grandes ojos rodeados
de esqueleto, y un indio que se llora
montañas de siglos tras de un burro).

(Jorge Enrique Adoum)

Dentro de humor, existe, también, la recurrencia idiomática. Jugar con las palabras, como un placer gratuito -y muy dificultoso en la poesía:

Todo pasa en esta vida:
Pasa la uva,
Pasa el vino,
También pasa la pasa.

Pasa el presente,
Pasa el futuro.
¡Quién creyera!
También
Pasa el pasado

(Rodrigo Pesántez Rodas)

Hay también ejemplos de poesía con humor sensorial, que ligados a las "mínimas cosas" -que muchas veces son las cómplices de la gran poesía-, nos produce una gracia socarrona, así esta devenga de la más mínima figuración -e intrascendente- cosmovisión universal de la poesía:

A uno de mis dedos
le gusta
pasear al filo
del precipicio de tu boca.

Y, los otros le juzgan
le critican
le observan.

Mi mano es una plaza de pueblo
llena de comentarios.

Pero mi dedo meñique es muy independiente.

(Victoria Tobar)

El humor no solo tiene algo de liberador, análogo en ello al ingenio y a la comicidad, sino también algo de sublime y elevado, características que no se encuentran en otros órdenes de adquisición del placer por la actividad intelectual, decía Freud.
Creo que todo lo que implica humanidad y pensamiento, debe recurrir constantemente al humor, sin ser anacrónico o producto de una reyerta intrascendente. El humor en la poesía es un caso inexplorado, pero no porque no existe en nuestra poesía, sino más bien porque no se lo ha estudiado, ni se le ha dado el valor ni el puesto que le corresponde.
André Bretón decía que no puede intentarse explicitar el humor para aplicarlo a fines didácticos, esta afirmación, sumando a lo muy poco que se lee en nuestro país poesía ecuatoriana, conducen a las afirmaciones de que nuestra poesía carece de humor.
Desde luego, cabe anotar, que nuestro país no tiene dignos representantes de el discurso irónico, como, en el espléndido tiempo de los surrealistas, lo tuvo Europa y en especial, Francia (Baudelaire, Rimbaud, Bretón, Dalí, Apollinaire, etc.) O los españoles universales del siglo de oro (solo Quevedo ya sería un universo de la poesía humorística). La palabra humor es intraducible. Si no lo fuera, los franceses no la emplearían. Pero si la utilizan es precisamente por la imprecisión que le adjudican y que la convierte en una palabra muy adecuada para una discusión sobre gustos y colores. Cada oración que la contiene modifica su sentido, hasta el punto de no hallarse su significado propio más que el conjunto estadístico de todas las frases que la contiene y que van a contenerla en el futuro, afirma Paúl Valery.
La imprecisión que puede haber sobre el entendimiento o la subjetividad del humor -y en toda la poesía- es cuestión de quién, cómo y cuándo se lo dice. No hay mejor gracia que los chistes contados en los velorios, ni más alta carcajada que la realidad de la magia que vivimos diariamente. Esto es parte de un discurso poético. El humor es de quien lo lleva y lo disfruta. Todo puede llevar su carga de humor y nostalgia. Lo importante es que uno -el lector, en este caso- lo lleve dentro. Todo lo dicho y expuesto, solo en ese caso, cobrará la validez que posee.
Conclusión, Ecuador es un país de poetas, que tienen de humor, ironía y nostalgia. Para darse cuenta hay que ver el mundo contradictorio que vivimos y sonreír con tristeza.
Ya lo dice Manuel Zabala Ruiz: Y desde los abismos/ el buen Dios se reía a carcajadas.

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