jueves, mayo 25, 2006

HECES FATALES

Me ha costado entender como es que la novela "HECES
FATALES" de la escritora guayaquileña SONIA MANZANO no haya tenido un gran eco
en la crítica nacional. Debe ser la mala distribución, los tabués y las envidias
lo que frena a los "críticos". En fin, tuve la suerte de presentar esta novela
en la ciudad de Ambato. Considero uno d elos más impecables trabajos narrativos
escritos por mujeres en este país y quiero entregar un fragmento del comentario
que hice en la presentación como un homenaje a Sonia y a su bellísima
novela.
Si oímos el título nos asustamos y el morbo nos recorre enteros: ¿estará el nombre de esta novela escrita con H o sin ella? ¿Será las ESES con S o con C? ¿Abrase equivocado en la ortografía de la palabra homónima?: ¿Cuál es el significante de la una y cual el significado de la otra? ¿Y que mismo es?: ¿fecales o fatales?, ¿Cómo juego con los sintagmas?, ¿que actitud, qué cara pongo como lector? La doble connotación de las dos palabras que conforman el título le da este giro: Si queremos leer “Heces Fecales”, porque a eso es a lo que nos suena este título tan escandaloso, entonces por allí vamos, a poetizar lo imposible. Ya Don Francisco de Quevedo y Villegas se metió en aguas así, y luego Lautreaumont hizo lo mismo. Si Machado poetizo a las moscas, porque no hacerlo con la mierda.
La poeta ecuatoriana Ana María Iza dice en un poema: “Como nunca la hez esta de moda/ a la mierda se mandan las estrellas.// Abres un libro/ y el estiércol te salta hoja a hoja.// Betseller es la mierda…”.

Pero da la casualidad que el titulo de la novela de Sonia no es el que nuestros sentidos, por engaño lógico, pueden suponer. La palabra ESES está escrito sin H. Es decir que se refiere a una letra en plural. Entonces la cosa cambia. Allí vemos esa doble forma de interpretación, esa risa socarrona que provoca el título de este libro, ese susto que deja de ser y se convierte en una deliciosa tomadura de pelo.

El inicio de la novela es terrible. Una escena kafkiana y desenfadada se presenta: una mujer encuentra en las manos de su madre restos de heces fecales que han sido llevadas a su boca para ser digeridas. Una escena espantosa. Pero no más de las que la realidad nos presenta día a día en su canal favorito, en horario estelar. No más que las historias de esos reality show donde se ventilan todas las aberraciones habidas y por haber. No más. La coprofagía ha existido desde siempre, y ha sido el tabú eterno, pero para eso hay mujeres valientes como Sonia que se atreven a enfrentarla con belleza y altísimo vuelo literario.
Decía que uno no sabe si seguir o tomar distancia de la novela, pero ya es demasiado tarde, a la segunda página, este texto te atrapa, se pega a uno como una ventosa, como una pegatina, como el chicle. Y uno ya no puede salir del horror, del espasmo, de esa fluidez de la lengua. De ese barroco limpio, renovado, que se deja leer en este bello tomo, en donde se encuentra escrita una de las, para mí, mas bellas novelas de nuestro paisito rico en camarón, petróleo y libros.

Comience a asombrarse potencial lector, frente a esta propuesta, tal y cual como me quedé yo: La historia es, a grosso modo, así:

Una escritora sufrida, frente a una terrible enfermedad que su madre tiene, decide, luego de varios intentos y fracasos, escribir una novela. El tiempo en el que vive y las ocasionales casualidades, la obligan a dejar su labor para días mejores. La escritora está algo deprimida y triste. En esos días, un amigo le presta un libro que cambiará su vida, y también la nuestra, de lectores, porque es un libro terrible, para dicho personaje, y para Sonia y para todos; terrible por bello; es la biografía de Safo de Lesbos, la famosa poetisa griega. Luego de esa lectura, la escritora personaje decide lo imposible: embarcarse en la escritura de una novela única.

Aquí, permítaseme, la primera disgregación. En esta novela de Sonia Manzano, se da lo que se dio hace muy poco en dos bellísimas películas de Pedro Almodóvar: “Hable con ella” y “La mala educación”, en las dos películas se produce un corte temporal porque dentro de la misma, un director de ficción decide crear un filme que justifique a la película del director de carne y hueso.

Me explico: Sonia Manzano, la poeta, narradora y música, escribe una novela doble, en donde habita la personalidad definidísima de otra escritora que debe ser su alter ego y debe definir muchos rasgos escondidos, como todas las obras a todos sus autores. Pero en las grandes novelas también nos definimos sus lectores. Y ésta lo confirma.

Decía de esta escritora creada finamente por Sonia, la misma que dentro de la novela decide escribir una novela y lo hace.
“Eses Fatales” es una novela que contiene otra: la una escrita por Sonia y la otra por una escritora que no es Sonia Manzano, sino su creación.
Sonia, como Pirandello, esta siendo perseguida por sus personajes, y está a punto de ser enjuiciada por muchos de ellos.

En esta novela de muñeca rusa, en esta novela dependiente de la novela matriz se da una historia de amor tenaz y alucinante. Una historia que rompe con el canon. Una historia de amor lésbico.

Safo la poeta iniciática del amor y la poesía, aquella mujer que vivía en las islas, siendo seductora a través de sus palabras, en una atmósfera de absoluta femineidad, es el pretexto para embarcarse en semejante escritura envuelta de tabúes..

La escritora personaje comienza a contarnos una terrible historia de amor. Una historia sensual, que no dejará a nadie con aliento. Que nos sacudirá hasta el tuétano, que nos removerá las sienes y los prejuicios. Que nos hará caer al precipicio de la realidad, con una carga poética maravillosa. Es una novela de amor. Un amor absolutamente sensual, un amor de posesión, de imposición, de formas, de postulado. Un amor enfermo que se cura con amor. Un amor sano que se enferma por amor. No contaré más de este amor, porque sería maldad hacerlo. Es mejor que se acerquen a las ESES fatales del amor, que cuando es verdadero es igual a la muerte: Como dice Jorge Enrique Adoum: “Hacerle el amor = hacerla morir”.

Selene Seferis, que contiene dos ESES en su nombre y apellido, es el personaje principal de la novela escrita Con un apellido de poeta griego y con una enorme cabellera que persigue la sensualidad. Las formas femeninas aquí van cobrando insinuantes giros que a cualquier desprevenido le pueden encender la luminosidad de lo deslumbrante.
Su contraparte es Silvia Molina, ella es el amor, el resto de mujeres que habitan esta novela, como un cuadro de Goya, son solamente el intento, la búsqueda, el atajo para llegar al camino amplio del verdadero Eros, en donde los dioses juegan a la felicidad. Pero también a la tragedia.

Una monja llama Donatella Ambrossini es la encargada de pervertir a sus alumnas, en un colegio donde las señoritas se afanan con la religión, aparece como el personaje chusco, como el personaje ridiculizable, como tiene que ser.

El gran cantautor filipino-español Luís Eduardo Aute, a propósito de los escándalos que se han producido en la iglesia Católica por los curas pedófilos, escribió una bellísima canción, cuyo coro dice: “No es en vano/ ano/ ano/ que se llame Ame Ame/ VaticANO el VaticANO/ ano/ ano/ ano/ Amén”. La religiosidad metida en el escándalo y sumergida en la postura de siempre, en la intocable postura de hace 2000 años, dirimiendo al pobre de Cristo, que fue quien fundó el cristianismo, suena obvio, pero hay que recordarlo.
Decía que el personaje de la monja es genial, porque es una monja desatada, irrestricta y sacudida por el instinto más animal de los animales.

Por las páginas de este libro recorre a grandes pasos la sensualidad y la poesía. No sé en qué momento, pero el amor entre Silvia y Selene explota como el corazón de un venado asustado, e inunda de esos sentimientos el ambiente de la novela.

Una mujer que busca otra mujer, y viceversa. No se hallan pero se saben, se han visto y se recorren enteras. Las veo como la mujer de Silvio Rodríguez, aquella que viste un enrome sombrero de Chagall, y que se la busca en otros cuerpos, pero otros cuerpos no responden a la puerta de ese cuerpo sabido, de ese cuerpo amado. Así es el amor. Y es el amor real, no importa el convencionalismo.
La realidad hace rato que superó a nuestros prejuicios. Y esto nos asusta, pero nos conmueve.

La novela de Sonia Manzano tiene un delicioso epígrafe que reza así: “No te llame al asombro/ si en cualquier momento/ llegas a descubrir que/ las eses fatales de la/ vida –suicidio, soledad/ sadismo, sinsabores,/ sinfinales –comparten el/ mismo caño por el cual/ descienden hasta el misterio/ abyecto de las heces fecales de/la muerte”.

“Solo el amor le pone el milagro al barro”, dice Silvio Rodríguez, y es lo que nos queda de estas mujeres y estos corazones platónicos que se cruzan y se encuentran y no se pueden amar porque, quién sabe, a lo mejor, necesitan de una isla, de una Lesbos que no deje el rastro de amor en la tierra, y solo deje el barro de la canción de Silvio.
José María Cano dice en su “Mujer contra Mujer”: “Nada tienen de especial/ dos mujeres que se dan la mano./ El matiz viene después/ cuando lo hacen por debajo del mantel./ Luego a solas, sin nada que temer./ Tras las manos, el resto de la piel./ Un amor por comenzar,/ aunque en cueros no hay donde esconderlo./ Lo disfrazan de amistad/ cuando van a pasear por la ciudad./ La una opina que aquello no esta bien,/ la otra opina que que se la va a ser./ Y lo que opinen los demás/ está de más./ Quién detiene palomas al vuelo/ volando a ras del suelo/ mujer contra mujer”.

Sonia con esta novela ya cruzó la frontera entre lo que se quiere decir y lo que se dice. Y lo ha dicho con una voz tan única, tan franca y además, con tanto sentido del humor, que uno sí se detiene a pensar si la palabra de Sonia, que se escribe con ESE ya es un pájaro salvaje que no quiere someterse al cautiverio del día, como lo es la literatura, cuando es real; y eso solo se da cuando es SOLEDAD, cuando es SABIA, cuando es SALVACIÓN, cuando es SUEÑO, cuando es SOPLO de SAHUMERIO, cuando es SERENIDAD, cuando es SIDRA de buen vino. Y que conste que todas estas palabras son las ESES de la vida. Y es la literatura. Y en ella está SONIA, SUMERGIDA, SOÑANDO, SINTIENDO, SONRIENDO, SOSTENIENDONO SU SOLEDAD, con SOLTURA y SOSIEGO, que es la última ESE con que su palabra nos SALUDA.

martes, mayo 23, 2006

EL PORQUÉ DE MI SILENCIO

Mi silencio en el blogs se debe, exclusivamente, a mi falta de tiempo. Estas épocas para los que educamos son muy complejas. En la sierra se acerca el fin de año y el trabajo nos consume. Además ha sido tiempo de creación y de lecturas. Esto ha impedido mi acercamiento al mundo virtual, pero espero en una o dos semanas estar siempre dispuesto a la faena. Eso es todo. Agradezco a los preocupados de mi silencio.

jueves, mayo 04, 2006

SOBRE LA UTILIZACIÓN DE MI BLOG

He seguido de cerca la polémica que ha suscitado el intempestivo retiro de los comentarios de mi blog (que luego fue resarcido, asumiéndolos con moderación) y otras cuestiones. Este seguimiento lo he hecho leyendo el irreverente y lacónico texto que escribe Daniela Gaviria Orlando en la interesante página de Eduardo Varas al que titula Catso Mei! y luego, en la serie de comentarios que dicho texto remitió. También revisé el texto que Diario El Universo publicó en su sección del blogs con tanto acierto. Esto me provoca unas pocas palabras nada más, sin tener el animo de "rasgarme las vestiduras".

Para comenzar quiero sincerarme con el verdadero propósito de mi blog. El blog me da la posibilidad de revisar textos que ya los he escrito en otras épocas (además de escribir otros). Es algo así como un "borrador público", aparte que puedo corregir sobre él cuando y cuantas veces quiera. Y, como si fuera poco, los textos están salvados en la red y tengo la opción de entrar en ellos desde cualquier parte. Entonces uso mi blog como una página web. Tengo amigos aquí y en otras partes que me los han pedido y, antes del blog, tenía que hacer la penosa y molesta faena de mandar el texto insertado en un mail, mientras que ahora solo les mando la dirección del blog. Si esta no es la utilización real de un blog, si estoy desperdiciando los beneficios del sistema lo siento mucho. Yo lo quiero para ese fin. Si recibo uno, dos, tres comentarios y me son pertinentes los publicaré, si no los desecho. Así soy yo. Así es mi blog.

Y sobre el tema de los anónimos pues a mí no me gustan. Si les gusta a otros, enhorabuena. Ni más ni menos.

miércoles, mayo 03, 2006

SALVADOS DEL NAUFRAGIO

Este es el único libro de poesía que he escrito. Está compuesto por aquellos poemas que quiero salvar del olvido.
He decidido rasgarme las vestiduras en este largo y necesario trabajo con mi poesía ya publicada.
Hace exactamente quince años, en noviembre de 1990, recién graduado de bachiller, publiqué (tan incipiente en su contenido como en su continente) una plaqueta de versos, que me hizo sobrevivir en el intento. Recuerdo el día que lo presenté: llovía sobre Quito, y yo lloraba.
Pasaron tres años, aproximadamente, antes de una segunda publicación. Siempre creí que librándome del fantasma del libro “terminado”, conseguiría empezar un nuevo discurso. Los primeros cuadernos de poesía se publicaron con prisa y, ahora, de ellos, queda muy poco. No resucitarán. Sirvieron, solamente, para soñar en la posibilidad de tocar, alguna vez, la lira, y tratar de dar un concierto en algún galpón del Parnaso.
Con esta declaración no estoy negando toda la poesía que publiqué y con la que disfruté gratamente largos años de mi vida.
Pero hace tiempo que vengo pensando en un libro único, que recoja lo que, para mí, sigue siendo válido. Muchos textos ya no son sino figuras lingüísticas que recuerdan algo, como las fotografías veladas y amarillas.
El gran inspirador de este libro recolector, es el enorme poeta andaluz Luis Cernuda y su libro La realidad y el deseo. Lo concibió en 1936. El volumen era un compendio de la poesía que había escrito hasta esa época (Cernuda nace en 1902 y publica su primer libro en 1927), pero siempre volvió sobre ella y la reela­boró. Incluía, además, poemarios inéditos, a los que, en segundas ediciones, volvía a enfrentarlos, haciendo cambios pertinentes, convirtiendo, a las ediciones anteriores, en versiones de la nueva. Esto lo hizo hasta el fin de su vida en 1963 (hubo ediciones en 1940, 1958 y 1964). El texto se fue transformando con el tiempo, hasta que la muerte paró este eterno ejercicio.
***
Salvados del naufragio me ha hecho pensar en la levedad del poema frente al tiempo, pero, más que nada, ha despertado mi gusto por la reescritura, más que por la escritura misma de poesía.
El poema Tiempo de hijos y el primer cuaderno La cruz de la ceniza, son inéditos. Han reposado más de tres años. Al volver sobre ellos, comencé a excavar en su estructura. Mejor, comencé a excavar en mi estructura, porque en uno mismo está esa intuición sin lenguaje que es la poesía, pero que en muchos de los casos no se refleja en ella.
El resto de poemas que forman este libro han sido publicados anteriormente. He decidido no cambiar los nombres de los títulos originales de los poemarios que los contenían. Algunos de los poemas han cambiado su título, otros han sido titulados para esta edición.
Sería absurdo que comience a enumerar los cambios que han sufrido la mayoría de textos, sin embargo diré lo medular:
Los 18 poemas que conforman el segundo cuaderno de este libro, titulado Música de ciudad fueron extraídos de los poemarios Guionizando poematográ­ficamente, de 1993; ...Detrás de la vereda de los autos, de 1994; y El (An)verso de las esquinas, de 1997. Historia luna es el único poema extraído del poemario Calendariamente poesía, publicado en 1992. Pocos son los sobrevivientes de esta época.
Después de la caza, de 1998 y La conquista del agua, del 2001, conforman, junto con el mencionado La cruz de la ceniza, el material del primer cuaderno. Un hilo conductor une en saga a los tres momentos de este primer momento, donde se deja notar un leit motiv, que logra -eso espero- una vía de preocupación distinta al segundo cuaderno, y al último poema crono­lógicamente incluido, que es el primero de este libro.
Para embarcarme en la empresa de la reescritura, siempre me sujeté a una norma básica: no extraer del poema la intención original y el ritmo. Dejar en él, el mismo sabor, el mismo motivo, la misma emoción en que fue concebido su original.
Y por último, dejar al libro abierto, y que el tiempo vuelva a decantar en estos frutos. Y después esperar, con humildad, a la poesía que el tiempo dicte.