domingo, diciembre 26, 2010

"ALMOHADA SIN HUELLAS" DE DESIREE MARÍN SEVILLA, PREMIO "JORGE CARRERA ANDRADE" 2010

PRESENTACIÓN LIBRO DE DESIRÉE MARÍN SEVILLA

Xavier Oquendo Troncoso

Todo editor es una suerte de ginecólogo, porque nunca ningún libro y ningún hijo nacen de igual forma. Todo parto es distinto. Los instrumentos prenatales para la concepción de estos hijos de palabras y papel son distintos. Todo editor y todo ginecólogo se enfrenta con un paciente distinto, con una madre o un padre peculiar que buscan en su hijo la perfección. El editor y el autor salen bien librados si el parto es bien librado. Así fuere por parto natural o por cesárea.

Aquí estamos pues, con un nuevo hijo hecho con la paciencia y con el tino del tiempo. Se lo presentamos a todos ustedes. No recuerdo si fueron 9 meses o un poco más, pero lo que recuerdo es como la madre comenzó a desesperarse. Como el ginecólogo-editor se vistió de punto en blanco y se puso los guantes antisépticos para que el libro salga impecable, para que el cordón umbilical tenga el corte preciso y el niño-libro pueda respirar en su nueva atmósfera, en donde ya los hijos dejan de ser parte de la madre y pasan a ser hijos del mundo.

Ya lo dice Kahlil Gibrán en su bello poema:

Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.

Yo parafrasearía el poema de Gibrán y se lo dedicaría a Desirée así:

Tu libro no es tu libro
es un libro de poemas de la vida
deseosa de sí misma.
No viene de ti, sino a través de ti
y aunque esté contigo
no te pertenece…

Imagino también a Pirandello gozando con esta propuesta: quitarle al autor el gusto por poseer su escritura y que sus personajes (o en este caso sus poemas) dejen de pertenecerlo y pasen a ser hijos ilegítimos del mundo, de ese único padre estricto que es el lector mediático y que luego ese lector pasará a ser el tiempo. Porque solo el tiempo y las aguas. Solo el Cronos del mundo pasará a ser único padre del libro que escribe el país, que escribe el idioma, que escribe el mundo.

Es un placer haber sido partícipe de este libro de Desirée Marín Sevilla, "Almohada sin huella". Un libro que le ha costado a su autora un montón de dolores, un montón de ecosonogramas por las zonas más intrínsecas de su cerebro y de su corazón.

Pero aquí está Desirée completa, intacta, como que nada ha pasado. Como que la expulsión de su fruto, el pujo total de su molestia la ha liberado. Ella lo sabe, porque todos sabemos que trabaja con la mente y el dolor: ella es sicóloga. El psicólogo y el poeta se parecen en eso. Las palabras liberan, las palabras son las que permiten la limpieza total. Razón tenía alguna vez una amiga sicóloga en decir que los poetas no deberían visitar nunca a un sicólogo, porque tienen uno, incorporado a su razón y a su pasión. Entonces allí cabría pensar en por qué tanto poeta visita al sicólogo y al siquiatra. Pues la respuesta la tendría Nietzsche que nos decía que "el poeta miente demasiado" y Pessoa, aún más, cuando afirmaba que "el poeta es un fingidor". Lo decían ellos que habían oxigenado al monstruo de su cuerpo y al diablo de su alma en las palabras y en los sonidos.

Desirée llegó a mi casa una noche, Acompañada de mi amiga, la poeta Maríaluz Albuja, que ahora apadrina (aunque cabría decir, con eso del no machismo del lenguaje, que amadrina) el libro que esta noche presentamos y que la escribió Desirée Marín la misma que, a decir de su poesía, aloja su cabeza cansada en una almohada con huellas, y que, solo luego del poema, su almohada ha pasado a ese estado níveo de lo intacto.

Marialuz Albuja y Desirée Marín habían compartido horas y horas de trabajo en esa tarea hermosa que se conoce con el nombre de taller: y que no es más (y tampoco menos) que talar y tallar al texto, como diría Miguel Donoso Pareja, hasta que las palabras se vuelvan invulnerables al poeta y a su amanuense. Que de las palabras quede solo la chispa de las piedras y no las piedras como suele decirnos Raúl Pérez Torres, que solo quede la atmósfera que deja el cuadro de las Meninas y no el cuadro, como decía Dalí. Eso es la poesía. Y por eso es difícil, y por eso el acto de escribir poesía es un acto del misterio como decía Octavio Paz, aunque no siempre es así. Por ejemplo, para Paco Tobar escribir poesía era un ejercicio de necesidad y no de corrección. Es decir nada está escrito en la poesía.

Lo que más me gusta de este libro es el discurso pronunciado, un discurso dicho, es un libro que dice. Esto lo digo porque ahora está de moda decir que existe una poesía que no dice. A la que han llamado "Poesía del silencio". Y está de moda en nuestra joven poesía. Y dicen que es "nuevita", aunque ya Juarroz y Valente nos habló de ella hace muchos años.

A mí me gusta la poesía decidora, no esa poesía sujeta a lo no dicho. Y peor aún a lo no concebido, a lo críptico, a lo oscuro. Esos poetas deberían ocupar diariamente las salas de los sicólogos, porque su poesía no sirve como exorcismo sino como artificio.

Por eso me gusta publicar estos libros que se lanzan de bruces, que ocupan un espacio en la vida del autor y que nos hacen sentir que todos nos parecemos un poco. Es bueno encontrarse con un verso, con uno solo, que nos haga decir "me habría gustado escribir esto".

Desirée es tímida, me ha dicho que no quiere hablar en público. Y llegó a decirme, inclusive, en mitad del parto que no quería que nazca el libro, ya cuando la sala de partos estaba lista y el ginecólogo dispuesto. Luego me dijo que no quería presentarlo, que le tenía miedo. Que salga él solo, que se vaya al orfanato del olvido –las palabras son mías, pero la intención era de Desirée-. Me lo dijo en serio. Tuve que convencerle que lo haga, que saque su poesía al público. Le recordé una frase que repetía Jorge Enrique Adoum y que en el contexto es muy decidora: "solo los locos hablan solos". Lo decía suponiendo la existencia de esos poetas que escriben para sí. Pero si lo hacen para sí, entonces por qué enseñar sus textos en un taller, por qué quererlos expulsar. Si la habría hecho caso ustedes y yo nos quedábamos con los churos hechos.

Considero que lo que tiene miedo Desirée es a exponerse. Es decir le tuvo miedo a su poesía, porque ella camina sola, llega hasta cerca de ella y cuando está en su delante, quiere sacarle la ropa, golpearle la espalda, dejarla allí en el piso, mientras su poesía sale feliz a la calle a contemplar amaneceres.

Por eso la poesía es comúnmente llamada "hija" del autor, porque es parricida, en este caso sería "matricida". Otra vez Pirandello sintiéndose agredido de sus personajes.

En fin, queridos amigos, El libro de Desirée Marín está expuesto en sus poemas. Marialuz Albuja y Galo Mora Witt son los padrinos de su primer libro. ¡Qué suerte tienes Desirée! Qué bueno que no hicimos caso a tus intenciones.

Ahora solo nos resta recibir del libro y leerlo. Y solo a él, ya no de ti. Tú ya hiciste lo que tenías que hacer y el cordón umbilical está muy bien cortado.

Ni más ni menos.