jueves, abril 05, 2007

DIOSAS EN EL FUEGO, primer libro de Cuentos de Indira Córdoba Alberca

El libro 9 de la Colección El Angel Terrible es de indira Córdoba Alberca. Nace en Quito en 1975. Poeta, periodista y catedrática. Ha colaborado en diarios y revistas nacionales. Estudió Comunicación y Literatura en la PUCE y Comunicación Social en la Universidad Técnica Particular de Loja. Hizo talleres literarios con Iván Egüez y Lucrecia Maldonado. Esta compilación de relatos cortos " Diosas en el fuego" es su primera publicación.

Indira Córdoba Alberca ha sabido esperar para no malograr los frutos de un trabajo hecho a pulso y desgarramiento. Los talleres literarios a los que ha asistido le han permitido podar y pulir las piezas narrativas que conforman este pequeño volumen donde hay un finísimo trabajo milenario: saber contar para existir.
Estos cuentos fueron sazonados en el tiempo, llevan en sus páginas varios personajes femeninos que luego resultan Diosas preparadas para la hoguera. Así, como en el Olimpo, Indira se juega con el banquete de la vida, con el néctar y la ambrosia de los Dioses: su palabra.
Una voz consolidada y presta para la lucha con las historias y con el tiempo.

El libro de Indira, noveno título que aparece bajo el sello del El Ángel Terrible, es un libro digno de leerse. En él está depositado toda la complicidad de una joven literata que llegó, con humildad franciscana, hasta donde el editor que, a su vez, es muy amigo de su tallerista que, a su vez, es la persona que esta noche presentará el libro de Indira.
Es decir, este libro se lo publicó en un ámbito de absoluta casualidad. Indira estaba con Lucre, conversando y discutiendo su obra en los memorables talleres que realiza. Yo, por otro lado chateo con frecuencia con mi amiga Lucrecia y en eso, zas. Me presenta un nombre melodioso, raro, fuerte: Indira, que escribe cuentos… y que son buenos. Y si la Lucre lo dice es que son buenos. En eso Indira me manda sus cuentos con reserva, con miedo, pero sabiendo que la faena de su oficio había llegado a un final y que ya sus textos debían cruzar la barrera entre la afición y el principio de una pasión desgarradora.

Para comenzar a leerlos, sus cuentos pendían de un antecedente: se me dijo que en ellos hay algo de autobiográfico, de una vida recorrida por la memoria de su autora. Yo pienso que las palabras que uno usa y los hechos que uno cuentan es la cédula mejor que puede enseñar un nuevo escritor.

Me sorprendieron gratamente sus cuentos. Una variopinta gama de temas en donde los personajes femeninos salen a galopar, como en una obra de teatro de Pirandello. El ambiente, la atmósfera que produce el aliento de sus palabras es encantadora y envolvente.

su autora ha puesto en este tomo todo de zumo de su experiencia como mujer que vive como ente que escribe. Como diría Víctor Manuel ella es “un corazón tendido al sol”. Su libro está hecho con cariño, con paciencia, con ganas de salir a vender el pan de sus palabras a todos sus amigos hambrientos.

Conociéndola apenas hace unos días, con Indira se ha dado aquello que se suele decir de que los “escritores son una raza” y que por más lejos que vivan y que hablen otros idiomas y que se hagan en y con otras culturas, se reconocen donde estén.

Indira tiene todos los arrestos para ser la escritora que ahora se demuestra en este tomo al que todos deben acercarse para degustar la masa de pan reposado que nos ofrece.

LUCRECIA MALDONADO escribió el texto para la presentación del libro. Aquí se lo entregamos integramente:


Las diosas de Indira Córdoba andan por la calle, como cualquier mujer de Quito. Pero como las diosas del panteón greco latino también tienen historias arquetípicas, de esas que se repiten cíclicamente en la historia más profunda de la humanidad. Tal vez por eso es marzo el mes que las ve alumbrar, pues de los once relatos de este libro diez tienen como personaje principal a una mujer.
Pero ¿por qué Diosas en el fuego? Angélica, Sylvia Heidrich, María… y las otras niñas y mujeres sin nombre determinado que atraviesan relatos sacados de un mundo en donde ser mujer se ha ido volviendo una condición cada vez más difícil de cumplir, sobre todo si no se ajusta a las normas y los roles establecidos por una sociedad machista de vieja data.
Dije que las mujeres de los relatos de Indira Córdova tienen una especie de “valor arquetípico”, y me reafirmo en ello: mujeres que buscan el amor solamente para descubrir que no es lo que esperaban, mujeres que sufren rechazo y abandono desde su más tierna infancia, mujeres que se hallan en conflicto entre cumplir o no cumplir el sacrosanto rol de la maternidad, mujeres que rompen normas y esquemas pero luego no saben qué hacer con su vida, niñas enuréticas atrapadas en sus sueños, mujeres que prefieren la soledad al amor impostado, mujeres en cuyas vidas, en general, el dolor va tomando diferentes sentidos y apoyándose en diferentes circunstancias, pero que se podría traducir en pocas palabras: necesidad de ser libres; permiso para ser auténticas; angustia por romper los lazos familiares, que hechos de amor y todo muchas veces adoptan la forma de cadenas antes que de abrazos. Las diosas creadas por la imaginación de Indira Córdoba temen también: desde pequeñas temen mojarse en la cama durante una pesadilla que las puede llevar a la mutilación y a la muerte; como todas las mujeres temen al abandono y a la soledad; pero más allá de ese temor que quizá no es más que una imposición del sentido de supuesta “pertenencia” que debemos tener todos los seres humanos, las mujeres de los relatos de Indira Córdova están dispuestas a buscarse como seres auténticos y a hacer cualquier tipo de sacrificio (incluso el de su propia vida) para conseguir la liberación y la autenticidad.
A un enorme deseo de contar sus historias, y a su talento natural como narradora, Indira Córdoba une el dominio de ciertas técnicas que enriquecen sus relatos: en primer lugar, un manejo muy solvente del punto de vista narrativo, que la lleva a combinar diversas voces en sus relatos, a un uso muy efectivo de la difícil narración en segunda persona; esto no resta fuerza ni mérito a las narraciones en voces más tradicionales, como son la primera y la tercera persona, en otros relatos.
En segundo lugar, Indira tiene verdadera maestría en la utilización del tono conversacional o lenguaje coloquial. Las pocas palabras que consideramos “malas” más por convención social que por falta de efectividad o fuerza poética están perfectamente dosificadas y distribuidas en el discurso de los personajes de Diosas en el fuego. La reproducción de conversaciones de ciertos ámbitos familiares, juveniles o sociales de nuestro país nos llevan de inmediato a identificar estos sectores y a introducirnos en sus vivencias y problemas con mayor realismo.
En tercer lugar, podemos anotar que Indira conduce muy acertadamente la construcción de sus personajes, dotándoles de vida propia. Las heroínas de sus cuentos, sus diosas en el fuego, son seres con relieve, redondos, modelados, con profundidad psicológica e interesantes evoluciones a pesar de la brevedad de los textos.
Aunque es aventurado mencionar influencias, encuentro en Indira ciertos rezagos cortazarianos marcados sobre todo por una presencia onírica y cierta ruptura del orden normal de la vida cotidiana con elementos fantásticos sorprendentes y perturbadores. Los otros recursos mencionados remiten en seguida a la narrativa latinoamericana de fines del siglo XX en su conjunto.
Dice Xavier, el ángel editor, que no soy muy fácil para elogiar. Puede ser, y quizá por eso mismo refuerzo mis elogios a la narrativa de Indira Córdoba que se inaugura con este hermoso conjunto de narraciones. Estas Diosas en el fuego comprometen a su autora a seguir entregándonos relatos y textos de igual o superior calidad, en donde sus ganas de contar y sus grandes dotes de narradora ya no sean una promesa o un anuncio de lo que vendrá, sino la reafirmación de una narradora de temple y calidad.

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