jueves, marzo 04, 2010

LOS PLAZUELAS




El libro “¡Plazuela de Quito soy!” de Verónica Falconí (CCE, 2010) contiene ocho relatos con minimalistas y decidoras ilustraciones de Cristian Hervás. En su portada está una foto maestra de Luis Mejía. Su edición sobria nos invita a enfrentarnos a los plazuelas de nuestro corazón.
A la autora le habría gustado ser una plazuela. Y a mí también. Ella y yo vivimos rodeados de antiguos plazuelas. Su padre y el mío vivieron las plazas de Quito, en los barrios donde nacen estos relatos. Cada narración está ubicada en un barrio tradicional de Quito. Allí habitan esos personajes intangibles que han hecho de Quito una ciudad única. Los plazuelas, dice Falconí en su introducción, “dejan repartido su corazón entre calles, escalinatas y quebradas”. Son los dueños de nuestras plazas, de las esquinas de la ciudad y de la añoranza.
Por estos relatos se conocen los barrios de San Marcos, La Marín, El Itchimbia, San Juan, El Panecillo, El Dorado, La Mariscal y Chimbacalle. Por sus páginas pasa lo que vuelve a Quito irrepetible en el mundo: las velas de cebo y los helados de plátano congelado, por ejemplo.
En el relato “Pastas de otro mundo” se describe el famoso episodio del 12 de febrero de 1949, cuando fue incendiada la Radio Quito, por un pueblo quiteño que se sintió engañado luego de la ya emblemática radio novela “la guerra de dos mundos” adaptada a la ciudad, en donde se decía que los marcianos han llegado a Quito y que han empezado a destruirla. Encantador relato. La pluma de Verónica, tan serena y profunda, tan ligada a esa sabia sencillez, a la que se llega solo con la humildad, nos va entregando a Quito, como si la ciudad fuera una caja de sorpresas llena de “ídolos” a los que hay que desmitificar.
Con este libro los niños podrán humanizar a la ciudad, considerarla como un ente vivo, como un recuerdo que es presente mientras se la pueda sentir y leer. El lenguaje no sufre esa postiza subestimación de considerar que la literatura infantil debe entregarse desde lo ramplón, lo fácil o lo ilógico y cursi. En este libro triunfa la pasión, la paciencia y el amor. Y eso es la literatura.
Luego de leerla, entiendo que la plaza donde gobierna Verónica es la plaza de la literatura, en donde el plazuela que añora y que es ha salido a conmover.

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