jueves, marzo 04, 2010

LA FIESTA DEL GENOCIDIO



Al fin se han terminado las fiestas de Quito. Extrañas fiestas y desatinadas fechas para que una ciudad de más de 2000 años de historia celebre con bailes y toros. Digo que me resulta extraña la fiesta, porque hace 475 años, Sebastián de Benalcazar fundó, en esta antigua urbe del centro del mundo, una aldea española, pero para ello utilizó la muerte y la violencia. Se borró a la ciudad antigua y entonces en el 6 de Diciembre se recuerda la imposición española sobre la historia nuestra.
Considero una fiesta tan ilusa como que América festeje el 12 de Octubre. Pero hay más, en estos días de fiesta, la gente se vuelve, extrañamente, cultor “exquisito” de las ferias taurinas, entonces la España conquistadora se hace eco en los ecos del ¡Ole! y en los “soles” y las “sombras” de la plaza de toros. Las familias quiteñas que todo el año salen a la calle y se enfrentan al sol de todos los días, en estos días de feria, solo en estos días, deciden taparse la mollera con unos sombreros “cordobés”, y solo en esos días deciden tomar el vino en una bota de cuero de vaca, made in china. Y solo en esos días, los quiteños de sepa tienen más sepa que nunca. Ahora son de sepa española, como la buena uva y la carnosa aceituna. Solo en esos días les sale el acento de las “eses” y luego, cuando optan, solo en estos días, por comer comida española, porque parece que el sentido del gusto cambia neurológicamente, comen “tapas” de mariscos que en otras ocasiones no han comido o les ha parecido horribles, pero ahora ya no. Ahora tienen en su sangre un espíritu castellano. Luego, más tarde, cuando la comida ha pasado por la digestión, deciden tomarse unas sidras y unos “Jerez” e ir de copas a un tablado inexistente, en donde canta y baila un bailaor y una bailaora lanza como una lanza su tono andaluz, entonces las quiteñas españolas que a partir del 7 de Diciembre ya serán solo quiteñas, comienzan a mover los brazos y los dedos, imitando un baile andaluz, sin saber siquiera donde está Andalucía. Y, desde luego, sin saber bailar.
Resulta gracioso que en una ciudad bella y mágica como Quito, se celebre el genocidio de España, y luego, se celebre el genocidio de los animales en una copia moderna del Coliseo romano.

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