martes, agosto 22, 2006

ANTOLOGÍA DEL NUEVO CUENTO SUDAMERICANO

En noviembre del 2004 la editorial española "Páginas de espuma" tuvo la gentileza de pedirme que haga de editor por Ecuador para la publicación de la bellísima edición del libro "Pequeñas resistencias 3: Antología del nuevo cuento sudamericano". Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela eran los países convocados para semejante suceso. Cada país debía tener un editor local que además estuviera incluído en la antología con un cuento representativo. Se me pidió escoger a tres escritores ecautorianos más nacidos desde 1960 en adelante y que tengan una representatividad en el género del cuento. Luego de hacer las respectivas lecturas me incliné por los guayaquileños Carolina Andrade y Marcelo Báez y por la quiteña Lucrecia Maldonado. Debía buscar nuevos nombres que no hayan sobresalido afuera. El libro de 420 páginas fue presentado en la Feria internacional de Guadalajara con un enorme éxito. Por poner un ejemplo los nombres que figuran son: Marcelo Birmajer y Guillermo Martínez de Argentina; Alberto fuguet de Chile; Jorge franco de Colombia; y, Santiago Roncagliolo de Perú. El texto consta de 50 autores de los 9 países. A cada editor se nos pidió responder a nueve preguntas que formarían parte del pólogo, incluyo a continuación mis respuestas:

1. Generalizando, ¿crees que el cuento sudamericano tiene (o ha tenido históricamente) unos rasgos comunes, alguna peculiaridad con respecto al cuento de otras regiones?

Sudamérica ha sido siempre cuna de la gran cuentística en español. El género en el continente del sur ha llegado a grados altísimos y ha descubierto nuevos horizontes sobre el género. El decálogo del cuento de Quiroga, el absoluto misterio borgeano y la extraña personalidad del cuento vanguardista con Macedonio Fernández, Pablo Palacio y Felisberto Hernández, dan pauta del gran nivel del género que ha dejado precisiones sobre el hecho. Cortázar y Borges son cuentistas absolutos, y el segundo, inclusive, convirtió al cuento en una especie de hito dentro de los géneros literarios, inclusive más allá de la novela, de la que se afirma que es “el género por excelencia”. La brevedad del cuento se ha hecho una realidad mucho más palpable en el siglo XX, luego de haber mantenido tradiciones europeas en cuentos de gran factura y extensión (Chejov, Mauppasant, etc.). La vanguardia del “boom” en Sudamérica, hizo del cuento un fenómeno masivo e importante.

2. Breve canon de urgencia con los que, a tu juicio, serían los diez maestros del cuento sudamericano del siglo XX. ¿Qué relación crees que mantienen los cuentistas actuales con esa tradición ilustre (parricida, nostálgica, epigonal, indiferente...)?

Por un momento pensé que era fácil entablar una lista de diez grandes maestros del cuento sudamericano en el siglo XX, luego, ya al razonarlo, me di cuenta de la terrible dificultad del mismo. Por la enorme calidad de los autores y porque en muchos de los seleccionados habría que descontarles ciertos textos que no brillan como otros. De cualquier forma mi lista es la siguiente, sin que el orden represente un gusto mayor por tal o cual escritor: Jorge Luis Borges, Felisberto Hernández, Gabriel García Márquez, Pablo Palacio, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Bryce Echenique, Horacio Quiroga, Bioy Casares y Macedonio Fernández. Todo cuentista actual regresa a verlos. El parricidio, poco a poco, ha ido bajando su absurdo enfrentamiento en las nuevas generaciones de narradores. Se debe tener una visión miope para no volcarse a la lectura de los mencionados y no encontrar alguna referencia en la cuentística actual. Sin embargo he notado que esta generación tiene un cierto miedo a caer en las redes del realismo mágico, aquella forma absolutamente pegajosa (y maravillosa) que tiene Gabriel García Márquez para contar su realidad (la de todos). De cualquier forma siguen abultando las páginas del nuevo cuento sudamericano los borgeanos, los cortazarianos, entre muchos otros.

3. ¿Consideras que el cuento es un género específico y autónomo? ¿Por qué?

Absolutamente. El cuento tiene una autonomía total. El cuentista piensa su historia en la forma ágil, en el final contundente, en los personajes específicos, en la brevedad, en la concisión. El argumento del cuento debe ser razonado para esa forma. El cuento no es un fragmento de la realidad, es un planeta pequeño, un flash completo, cerrado, absoluto. Mientras respondo esta pregunta pienso en Borges (¿cosa extraña?), en su ceguera repleta de mundos, en su universo inmenso plasmado en sus mínimos cuentos. Eso lo dice todo.

4. ¿Qué aportaciones teóricas de interés, y qué innovaciones técnicas en la práctica del cuento, han tenido lugar en Sudamérica desde la década de los 90?

Creo más bien que se ha dado una suerte de literatura más ligera, mucho más “Light” que en otras épocas. Los aportes interesantes de esta generación son muy difíciles que se puedan establecer ahora, siendo una generación de novísimos que inician su oficio con una tradición absolutamente inherente al oficio. Los maestros “clásicos” ya lo intentaron todo y lograron adaptar al género con innovaciones insuperables (todas válidas). El nuevo cuentista sudamericano se enfrenta a un oficio estable desde cualquier punto de vista. Sus aportes se verán reflejados en el futuro. Me resulta muy temprano hablar de ello.

5. Ya ciñéndonos a tu país de nacimiento, ¿qué corrientes y autores nacionales consideras indispensables en la trayectoria del género?

En Ecuador, la generación de los años 30 marcó el camino de la literatura ecuatoriana de la prosa en general. Considero un hito de nuestra literatura a José de la Cuadra, gran autor del realismo social, que identificó, con absoluta novedad, las características de los habitantes de la costa ecuatoriana, universalizándolos y volviéndolos arquetipos de personificación para entender la realidad social de la época. De la Cuadra es considerado, por una gran parte de la crítica, como el precursor del realismo mágico en América Latina. Pablo Palacio, nuestro enorme y prematuro vanguardista, fue el gran cuentista urbano. Pese a que su generación pendía del “Indigenismo”, con Jorge Icaza como la cúspide del Realismo social, Palacio habló de temas tabúes, absolutamente desconocidos en el género, como la homosexualidad, el periodismo, el habitante de la ciudad, entre otros. En los años 60-70 surgió en Ecuador una generación que revitalizó al género. Cuentistas citadinos, fantásticos, de absoluta vanguardia, dejaron escrito lo mejor del género: el premiado Raúl Pérez Torres (Premio Casa de las Américas), Abdón Ubidia, Javier Váscones, Jorge Dávila, Raúl Vallejo, Francisco Proaño Arandy, entre muchos otros.

6.¿En qué situación se encuentra el género del cuento en tu país (autores, crítica, medios de comunicación, lectores, industria editorial...)?

El cuento en el país es, junto a la novela, el género mimado de las editoriales y del público lector. Goza de credibilidad en las librerías. El autor ecuatoriano ha dejado de pensar que el cuento es una antesala hacia la novela. Muchos novelistas han encontrado en el género enormes satisfacciones para quedarse en él. Sin embargo los problemas de difusión continúan. Ecuador sigue siendo el país de América Latina que goza de un anonimato gratuito en el mundo de habla hispana, debido a su poca difusión editorial. Creo firmemente que la literatura de mi país debería estar catalogada como una de las más firmes y prometedoras literaturas del continente.

7. A tenor del trabajo de campo realizado para elaborar tu selección, ¿se puede hablar de una nueva generación de cuentistas nacionales? En caso afirmativo, ¿cómo la caracterizarías?

La novísima generación de cuentistas ecuatorianos está en formación. Creo, sin embargo que esta generación esta poblada de nombres femeninos, con una literatura de indudable calidad, así como otro grupo que persigue la literatura de consumo y desecho, inspirada en algunos nombres que han llegado a la cúspide de la literatura light. Las mujeres son la nueva promesa narrativa en el Ecuador: Gilda Holst, Liliana Miraglia, Yanna Haddati, Lucrecia Maldonado, Elsy Santillán Flor, Maria Eugenia Paz y Miño, Aminta Buenaño, Valeria Muñoz, entre muchos otros nombres, confirman lo dicho.

8. ¿Detectas una presencia de temáticas políticas o cuestiones sociales en la nueva generación de cuentistas?

Poco a poco el discurso localista ha sido superado por una especie de moda infiltrada, por una suerte de “globalización temática”. Esto me parece triste. El nuevo cuentista no habla de temáticas locales, ni participa en el convivir nacional, a través de su obra, si no que ha decidido huir de él, enfrentando temas que interesen a todos. Creo absolutamente que un autor no se universaliza por su temática universal, si no, precisamente, por enfrentar de manera universal su realidad, que no es mismo.

9. ¿Cómo se relacionan entre sí las narrativas de los diversos países sudamericanos? ¿Existe un intercambio, un conocimiento, una influencia mutua?

Las editoriales están destinadas a buscar lo que se vende, no los aportes verdaderamente literarios. Siento que los editores ya no leen el texto a ser publicado, si no que se fijan mucho en el autor, en lo que él ha representado dentro de la literatura de consumo, en su “fama”, en lo extra literario. Esto es perjudicial para la literatura como género. Un intercambio bibliográfico de nuevos autores sudamericanos aún no se ha podido dar. Es prematuro y utópico. Sin embargo creo que existen ciertos rasgos particulares que unen a esta generación de nuevos cuentistas: el hecho de vivir en países de constante desarrollo, su lucha por llegar, por conquistar, su individualización total, su brevedad, su facilidad tecnológica, influyen para que el cuento llegue más, se preocupe más por el lector y logre cumplir el único objetivo del creador: la satisfacción de haberlo hecho y el placer de sentirse leído.

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