martes, enero 02, 2007

El libro de Alexis Cuzme

Un libro que me faltaba ubicar en la lista de poesía del año 2006 es el un buen poeta manabita, joven, inteligente, trabajdor y sano, sobretodo, sano. Lo he leído en su blog http://ciudadhecatombe.blogspot.com/en donde convive la literatura, el cine y su megalómano afecto a la música. Es muy frontal en sus comentarios y me gusta su voz pujante.

Escribí el prólogo de su libro "Club de los premuertos", que aún no tengo en mis manos, pero sé el texto está en sus páginas. Lo reproduzco aquí como un homenaje al poeta.

Alexis Cuzme se aparece de improviso en la pantalla de mi procesador de palabras (como ahora se presentan el 50 por ciento de amigos que uno hace en esta cibernética existencia).
Nunca había sabido de su poesía y peor aún de su persona. El aislamiento entre provincias sigue siendo un problema. Pero no me voy a quejar (eso lo han hecho todos, en todas las generaciones, y lo van a seguir haciendo). Y no me quejo porque siempre he creído que tarde o temprano, la buena poesía, aparece, se deja ver, se deja encontrar de cualquier manera. De los refranes castizos, uno de los que más me gusta, dice: “No hay genio inédito”. Entonces siempre aparecerá lo que debe aparecer.

He leído su poesía desenfadada, o mejor dicho, el desenfado en sus poemas. Esta neo-lírica que se acerca a lo maldito, es lo que se presenta en este “Club de los premuertos”. En este libro se deja al verbo ampliarse, se recurre a sensaciones postmodernas. Es una voz poética que prefiere la razón al sentimiento desde cualquier punto. Atrás quedaron las alhajas antiguas de una lírica amatoria convensional. Alexis nos presenta una poética repleta de novedades de la moda intelectual. La voz poética habla como un intelectual al que le atrae la filosofía de los temas eternos. Menos el amor, pero no puede evadir aquello que por los siglos de los siglos persigue a quien evade: el enamoramiento. Y entonces, hay que dar duro al amor, porque el amor en la poesía se ha dado, casi siempre, como cuando empieza: cursi, empalagoso, lírico-romántico y tenazmente conmovedor.
Alexis le hace el quite al poema convencional de amor, y aunque se nota claramente una segunda persona recurrente en todo el texto, esa persona (siempre menos que la voz poética: menos en temas transtextuales, en figuras voluminosas de gran impacto; pero más, y siempre más, enamorada “hasta las patas”, hasta no poder más). El amor es el misterio más antiguo, el que más se repite y el que más se acoge a nuestros textos. Y nos hace decaer, y nos hace caer en los intentos, y el poema de amor se vuelve canción mal entonada, pieza lírica barata, que en nada influye.

Alexis Cuzme consigue en este texto un giro medular. Hijo legítimo de Manabi. Por lo tanto nieto del enorme Jacinto Santos verduga (poeta suicida, tan bueno y tan olvidado) y hermano del inolvidable Pedro Gil, aquél que siempre habló en “buen cristiano” frente a tanta poesía críptica que escondía la inutilidad de algunos poetas de nuestra generación.
Decía que Alexis consigue un tono suyo (eso es la poesía para mí: el tono único, indiscutible, original), su poesía no sale de las escuelas del “silencio”, ni de la filosofía de vaya a saber que griego o romano. En esta poesía hay un canto que quiere ser libre del molde de moda. Y eso ya es un enorme mérito. Supo, con sabiduría y humildad, saltar las vallas de lo convencional y de la moda.

Estos textos del “club de los premuertos” tienen epígrafes que dan el clima al libro. Bukowsky y Hemingway. Y las constantes citas a los grandes actores de la pantalla grande. Ese sumergirse en la generación “beat”, que lo vuelve un neo maldito, un hombre que quiere acabarse, en honor a esos grandes que acabaron pequeños, luego de lograr una buena poesía pese a las horribles horas de su vida.

La voz poética del “club de los premuertos” está más viva que nunca. Quiere morir pero se contiene, tiene que decirle al mundo que esta muriéndose, pero para ello se vive.

Anticonvencional. Odiador profesional de todo lo establecido, destroza su particular mundo y lo vuelve más universal. Se nota que tiene miedo al localismo. Que ese “canto del provinciano aburrido” lo puede atrapar y entonces estancarse en el leiv motiv sin ningún aporte.

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