lunes, julio 17, 2006

JUAN GELMAN

Estas pequeñas crónicas que evitarán olvidarme de ciertas cosas
inolvidables comnenzaré a escribir y a guardarlas en mi blog. Comienzo con
Gelman, el enorme poeta argentino.

Lo conocí en México. Caminaba con una ínfima joroba, en donde llevaba el misterio de su voz. Todos estábamos en el Convento de Santo Domingo, en Oaxaca, una de las ciudades más religiosamente bellas del mundo. Buscábamos refugio en tanta maravilla. Esos todos éramos los poetas invitados al “Primer Encuentro de Poetas del Mundo Latino en Octubre de 1999, en Oaxaca-México” Yo llevaba un libro suyo en mis manos. Se llama “Incompletamente” y yo no sé el porqué de ese nombre si en él estaba guardado todo. Yo quería que él lo firmara, y así poderle mirar a los ojos. Y firmó mi libro, pero sus ojos estaban opacados por la neblina de unas oscuras gafas de poeta. En sus ojos estaban depositadas -estoy seguro- todas las lágrimas y las valentías de la vida -de su vida-. Yo ya había leído su “Colera Buey” de “cabo a rabo”, y entonces, como cualquier hombre que lee “la maravilla”, me sentí inmensamente feliz por la tristeza del otro. Juan Gelmán es el poeta que ha hecho de la tristeza el campo de sus palabras. Toda su poesía busca ansiosa a la nieta o nieto que perdió. Y su poesía triunfó, porque Gelman encontró a la nieta que la Dictadura Militar Argentina la arrebató de su lado por 28 años, después de que su hijo y su nuera salieron, como en cualquier ciudad, a hacer diligencias en Buenos Aires, y nunca más volvieron. El asunto se volvió más macabro, porque su nuera llevaba en sus entrañas el nuevo fruto del amor limpio y florecido: un hijo. Pero el abuelo poeta más luchador del mundo -y más triste- nunca se dio por vencido, y después de 28 años encontró a su nieta. Después de todos sus versos. Después de tantas palabras que nunca parecieron necias, pero que el tiempo y el destino hacía entender que la poesía no servía para nada. Juan encontró a su nieta, como un apóstol a su resucitado maestro. Gelmán es un hombre que vivió como poeta, la divinidad de las cosas y las palabras. En Oaxaca leí en su mesa mi poesía, y luego conversamos -cruzamos sería mejor decir- algunos temas. Me preguntó por Jorge Enrique Adoum, su gran amigo ecuatoriano, me habló de su tristeza entredientes, y por último, me pidió que apoyara con mi firma en una carta en la que se estaba pidiendo una investigación, a propósito del crimen de su hijo y nuera, en la República del Uruguay, donde a la final se encontró a su hija. Todos los poetas que estuvimos en el Encuentro, firmamos esa misiva como una obligación. Gelmán era el poema de los poetas de ese encuentro. Recién leí sus poemas en Sefardí: “Dibaxu”, y su delicioso “Incompletamente”. Un hombre que merece con creces el premio “Juan Rulfo 2000” por toda su obra literaria. A toda su inmortalidad. Él y su nieta ahora escriben el mundo. Gelmán me resulta como el Miguel Hernández de la actualidad. Poeta total al que tuve la suerte de conocer. Y del que nunca dejaré de agradecer a los dioses por haberle premiado con el amor y la valentía. Aparte de toda la poesía que nos ha obsequiado. Ni más ni menos.

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