martes, marzo 13, 2007

Juan Carlos Corrella, Premio Jorge Enrique Adoum con "CONTESTACIONES"

Hace ya algunos años tuve la suerte de escuchar al poeta guatemalteco Humberto Ak'abal recital uno de los poemas, para mí, más singulares que he escuchado: “Canto de pájaros”. Sin exagerar afirmo que es un poema extremadamente singular. Cuando uno lo lee, entonces lo considera casi una tomadura de pelo. El texto dice:

Klisklis, klisklis, klisklis . . .
Ch'ok, ch'ok, ch'ok . . .
tz'unun, tz'unun, tz'unun . . .
b'uqpurix, b'uqpurix, b'uqpurix . . .
Wiswil, wiswil, wiswil . . .
Tulul, tulul, tulul . . .
K'urupup, k'urupup, k'urupup . . .
Chowix, chowix, chowix . . .
Tuktuk, tuktuk, tuktuk . . .
Xar, xar, xar . . .
Tucur, tucur, tucur . . .
K'up, k'up, k'up . . .
saq'k'or, saq'k'or, saq'k'or . . .
Ch'ik, ch'ik, ch'ik . . .
Tucumux, tucumux, tucumux . . .

Luego del desconcierto, uno solo lo entiende cuando lo escucha decir al poeta. Ak'abal, poeta quiché, mestizo defensor de las culturas amerindias, lo dice como dicen los pájaros. Es decir, utiliza las onomatopeyas que escuchó de las aves de su natal Guatemala para solventar un discurso poético. Podría pensarse que está escrito en quiché, pero no. Lo que hace es imitar a la naturaleza. Imita a los pájaros y dice un poema con absoluto ritmo Hay varios videos del poeta en las páginas de Internet, en el programa “You Tube” lo pueden hallar al poeta recitando este texto onomatopéyico que se recrea, tal y cual, como se piensa que se creó la música: imitando a los “civilizados animales”.

Otro excepcional caso de poesía formal es el del poeta Salamanquino José-Miguel Ullán. En su poema “Soneto de la amistad” no existen las palabras sino los signos. Uno debe leer el signo. ¿Puede conmover el signo igual que la palabra? El estupendo Ullán rima consonantemente con los signos terminales del verso El soneto, dedicado a un íntimo amigo del poeta tiene un aclarativo para él: “Hallar palabras para recordarte fuera admitir que pueda yo olvidarte”.

“Yo persigo una forma”, decía Darío, y nos lo han dicho, también, estos dos ejemplos de textos poéticos que han dejado una huella fuerte en mis lecturas de poesía. Y a ellos he sido evocado cuando recibí la ardua tarea de presentar el libro “Contestaciones” de Berdet, seudónimo en la poesía de Juan Carlos Corella.

Ya en su libro me detengo a auscultar en su raro formato, con una bellísima portada de Luigi Stornaiolo, un regalo a los sentidos.
Es también un rico misterio saber que el poeta nació a la vida pública de un concurso que lleva el nombre de un poeta mayor para nuestras letras y es un ejemplo para el presente y la posteridad: Jorge Enrique Adoum. Nace de este concurso, sonado y expectante, y aparece una voz nueva, que quiere renovar la forma, porque en el fondo, como diría el poeta cubano Arturo Arango, solo esta “la vida, el amor y la muerte. Y es muy probable que el amor y la muerte sean la misma cosa”.
Es decir que los poetas venimos cantando lo mismo desde hace siglos. Tal vez, como diría Ak’abal, solo los pájaros hablan distinto. Entonces tenemos que acudir a la forma para darle conceptos nuevos al poema.

Juan Carlos Corella, con quien he hablado una sola vez en mi vida, me ha dicho que su objetivo era proveerle a su texto de movimiento. Y pensando en ello he leído sus 29 piezas poéticas-musicales.
Cuando lo leí, antes de conocerlo, pensé que me iba a encontrar con un joven adusto y musicólogo que ha terminado consumándose en la melopea perfecta. Pero no fue así, Juan Carlos es fresquisimo y humilde. Gusta mucho de la música clásica porque en su familia hay tradición de ello y porque la música es bella. Y punto. Se lo nota riguroso y con ganas de romper las ataduras del canon.
Para muestra está su poemario basado en la estructura del verso partiendo del pentagrama musical y sus notas.

Es decir, para leer estos poemas hay que prepararse de verdad (no cualquier lector improvisado lo puede leer como él nos exige). Es importantísimo entender las claves de lectura del poeta. Me he permitido resumirlas así:

1. Juan Carlos no quiere que nadie le diga poeta, porque no cree que lo es. Y tampoco, esto es muy mío, creo que él tenga la intención de aplaudir a quien se lo crea. Lo dice textualmente en un necesarísimo explicativo que antecede a los poemas del libro: “…no consentiré de manera alguna en el apelativo de poeta, ya que nunca he correspondido a los intereses de un refinado artista del lenguaje verbal”. Discuto su afirmación, con absoluta complicidad y cariño. No creo que el poeta sea solo un “refinado artista del lenguaje verbal”. Al inicio mostré dos ejemplos de enormes poetas sin el verbo convencional. Y tampoco creo que un poeta no se deba decir “poeta”, porque entonces estaríamos en riesgo de que el médico no se diga “médico” y el arquitecto no se diga “arquitecto”. Y entonces, si uno no lo asume, sería difícil vivir con inprofesionales que curan enfermos sin creérselos y hacen casas sin cimientos.

2. Juan Carlos tiene el mismo problema que tenía Vallejo con el idioma. Para él resulta indecible lo que él quiere decir con las palabras, entonces busca estrategias formales en su caso, y en el de César Vallejo, neologismos puros.
3. Para Juan Carlos “La música se ha convertido en la matriz de esta obra”.
4. Los poemas están constituidos por “Variaciones” musicales, que a su vez, le permiten a los versos “Sonar y moverse”. y aún más, dice Juan Carlos, “Cobrar vida”.
5. Cada verso, como cada nota musical, tiene tiempo, es decir “una nota alta le concede (al verso) rapidez y una nota menor, lentitud”. Esto debe entenderse bien para poder leer el texto.
6. En cuanto al sonido, Juan Carlos utiliza algunos signos musicales que modifican la altura del sonido, que sería útil, sobretodo, para el que va leer el poema en voz alta.
7. Los versos deben ser leídos en la posición de notas musicales en el pentagrama, “según su posición en el compás”. Además, dice Juan Carlos, los textos tienen una dualidad en la lectura: pueden ser leídos, también, linealmente, es decir como acostumbramos a leer en occidente.
8. Juan Carlos cita al final de su explicativo algo sumamente importante: “Las piezas poéticas deberán ser ejecutadas en forma articulada, es decir que nuestra voz nos permita escucharlas. (…) Esto no implica que no pudiera realizarse una lectura mental”.

Entonces estamos ante un poeta de la forma, del sonido. Últimamente los poetas de mi generación dicen que la poesía actual es la “poética del silencio”, y entonces llega, en hora buena, Juan Carlos, y les tapa la boca a todos. Él diría, entonces, que la poesía es del “sonido”, como hace más de un siglo lo dijo Darío, el poeta del sonido, de la música.

Esto es otra cosa que me gusta de la literatura: la invalidez de una propuesta para llegar a otra y que ésta sirva de andamio para otra y así, hasta que el círculo se perfeccione.

Todos los textos tienen un título ligado a la música clásica, en todos ellos hay un pentagrama en donde se colocan los versos de Juan Carlos.
En mi lectura, cuando llegaba a alguno de ellos, debía leerlos siguiendo las reglas de este juego formal, sin embargo, y tomando una licencia musical, permíteme, querido Juan Carlos, hacer una versión libre de tu música. Permíteme leer un poema tuyo en mi versión, con mis arreglos. Entonces lo presento:

Variación de Aria Variata
Composición: Juan Carlos Corella
Arreglo y voz: Xavier Oquendo Troncoso

Extraviada
extraviada está
extraviada ¿lo está?

en un verdinegro jardín
verde verde
negro

muerdo los fluidos de la escena feudal
muerde
la escena
la escena
¿La escena?

vibrátil vibrátil asisto cauta
uf
ah

peregrina de un resonar impreciso
voces
inarticuladas
fragantes

expatriador de las fronteras
de aromo
aromo
en flor

con fuerza tras de mi
auscúltala
¿ausculto?

toca los miembros carnosos que la transportan
asombrosa delectación de humedad
¿avivarla así?

Un flujo es tembloroso y de calidez veloz


Suenan las palabras y suenan en su propio ritmo. Los conceptos por ahora no importan. A la larga la poesía, como diría Celaya “Es un arma cargada de futuro” y veo en Juan Carlos estos arrestos para seguir por estos derroteros que no se acaban nunca, por suerte.

Confieso que tengo muchos deseos de oír decir a Juan Carlos estos poemas en sus versiones reales. En las concebidas por él.

Gracias por permitirme acercarme a tus palabras. Y profanarlas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre he pensado que el presente y el futuro de las artes está en su integración, es decir, en la interacción entre todas; eso enriquece a las artes y abre muchas posibilidades de interpretación más allá del texto.

Saludos,
Jorge Osinaga

Anónimo dijo...

Xavier ¿cuándo podremos tener en Guayaquil el libro de Juan Carlos? Se ve que es una muy interesante propuesta de integración de las artes...

Y otra para Juan Carlos ¿algún día podremos escuchar los poemas y oir la música al mismo tiempo? Sería increíble.

Saludos,
Jorge Osinaga

Fernando Iturburu dijo...

Xavier:
Muy interesante la entrevista, sobre todo la primera parte. La segunda me parece que ilustra muy bien la excelente poesía ecuatoriana que tenemos pero aún es desconocida por muchos. En los temas que tocas (y aquí me salto por obvias las discusiones de libertad personal), ya como lector, tiendo cada vez más a pensar que toda la cantaleta del "universalismo" de nuestros secretos y públicos neosimbolistas, tiene mucho que ver con un aterrador complejo de inferioridad en el plano nacional e internacional. Veo una desesperación manifiesta por quererle decir al "mundo", aunque desde una posición de reiterada pobreza imaginativa: "los ecuatorianos también podemos ser universalistas, abstractos, difíciles, también podemos llegar donde llegaron Pound y Eliot, hasta podemos ser "malditos franceses" y usar palabras que nadie usa". Para ello abren el diccionario, encuentran una palabrita de la que no tenían ni idea y la escriben como si fuera de ellos; y promueven un insoportable tono imperativo (hasta con ribetes apocalipticos), de sentencia cerrada (y errada) que sólo las abstracciones (o metáforas muertas") pueden lograr. Esta generalizada ingenuidad me da mucha risa, pero también me entristece y frustra. Al mismo tiempo, lamento que gente, sobre todo joven, que quiere divulgar su trabajo, que no se alinea con/ y cuestiona a estos lamentables imitadores "europeístas", frecuentemente tenga que pelear espacios contra gente ya bien incrustrada en los medios de comunicación y la burocracia cultural. Es que, en Ecuador, el temor al cambio, a escuchar otras voces, a ver la vida y el arte de manera diferente y a perder los privilegios, el temor, digo, es tan grande que las respuestas son el insulto anónimo, el silencio, la artificial creación "de cánones" (en la más asombrosa articulación de ignorancia, conservadurismo/servilismo ideológico y arribismo personal) que hasta ahora nadie ha documentado convincentemente. En fin, una lamentable muestra de las condiciones de circulación de la literatura y poesía en particular. Esto, por algun perverso cruce de planos -pues los viejos/nuevos simbolistas, a la postre, se me parecen mucho a las barras bravas del fútbol casero- es algo que me recuerda el mundo de frustración y confusión que se vivía en el fútbol nacional antes de que Ecuador fuera "mundialista" y sólo teníamos a "once locos corriendo detrás de una pelota". La ilusión de creer que siendo simbolistas y usando palabras rebuscadas se llegará a forjar un nuevo "canon" es la nueva pelotita de estos malos jugadores.