lunes, noviembre 02, 2009

MIS MUERTOS




Recordar a los muertos. Volverlos a tener en nosotros, con la piel de sus recuerdos, con la seda japonesa que imperceptible queda en los años, como una llaga, con el olor del tiempo que ha curado heridas, que ha cicatrizado el corazón de los golpes. Que se van, que van a estar mejor, pero nosotros nunca seremos los mismos, ni estaremos nunca mejor. La vida nos va golpeando y ya no podremos sonreír como lo hacíamos en nuestros juegos infantiles. Nosotros solo seremos el baúl que guarda sus recuerdos, la cajita que almacena el último rostro, en los momentos en que vivimos la vida juntos, en que nos movíamos juntos, y luego, el instante en que sufrimos juntos, amamos juntos, percibimos el mundo juntos.
Luego viene la muerte: y se nos lleva (al cielo, al purgatorio, al limbo, al infierno, o al abono de la tierra, eso no importa), igual sufrimos, igual no podemos perdonar a nadie y menos a Dios el habernos provocado tanto dolor: solo el tiempo es juez de nuestras penas, de nuestras obras, de nuestras explosiones de júbilo o tristeza. Solo el tiempo se encarga de hacernos ver a nuestros muertos como figuras en vida de nuestras ilusiones, de nuestras esperanzas. El tiempo coloca a nuestros muertos con las ropas que verdaderamente usaron, con el carácter que tuvieron, con el olor que nos regalaron. Nuestros muertos son verdaderos mástiles de nuestras vidas. El recuerdo es más que la vida misma. Uno recuerda mucho más que lo que vive, porque uno vive el diario de los días, pero los recuerdos son extensiones anchas del terreno de nuestro corazón. Nuestros muertos nos regocijan con los recuerdos. Es como la infancia, como los niños que vemos crecer, cuando somos padres o tíos, y que cada mínimo gesto provocador de sonrisa o ternura nos arranca un trozo de nuestras resistencias.
Nuestros muertos son nuestros más fuertes recuerdos, por eso mismo, los tengo tan a flor de piel que todos los míos están más vivos que muchos de los vivos con quienes convivo casi todos los días en los oficios que la vida exige.

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