“La poesía es quien nos elige”
El ecuatoriano estuvo en la ciudad para presentar El país de las tinieblas. Aquí abre un poco sus páginas personales.
Oñate es catedrático de la Universidad Central de Ecuador. Ha representado a su país en diversos foros internacionales. Tiene un libro de cuentos: El hacha enterrada. Ahora le habla a los lectores de MILENIO Diario de Monterrey.
¿Qué plantea tu nuevo poemario?
Al contrario de lo que muchos piensan, la poesía es quien nos elige. Ella determina el cómo, dónde y cuándo de esa cita definitiva. Eso ocurrió con El país de las tinieblas. Ella vino a decirme que en el corazón de todo sueño mora una pesadilla. Un guía de frontera, de pronto, me transportó a una realidad extraña. Conocí los bordes y los extremos de nuestras vidas. Pero, sobre todo, que el borde extremo habita en el medio. En la mediocridad de la existencia.
¿Es importante que se haya publicado en México?
Sin lugar a dudas. Para la infancia de un sudamericano, los dos polos culturales por excelencia, siempre fueron México y Argentina.
Pero mi alegría responde a algo mayor. Decía Borges que a la realidad le gustan las simetrías inexplicables. Eso ha ocurrido ahora. Mi primer libro se publicó en la Argentina, prácticamente, casi sin que yo lo supiera. Ahora, gracias a la generosa sorpresa de la Universidad Autónoma de Zacatecas, vivo esa simétrica maravilla.
¿Cómo sientes el panorama de la poesía de tu país en relación con la poesía sudamericana?
Aunque tengo formación sociológica, no me gustan las generalizaciones en poesía. Cada poeta carga con su propio destino. Con su voz en ese instante que es la eternidad. Pueden variar las formas, pero en el fondo —felizmente— perviven las preguntas fundamentales. Eso hermana y alienta a todo panorama.
¿A qué le escribe Iván Oñate?
Se escribe cuando se hace prosa. De lo contrario es la poesía quien nos escribe. Es exactamente como en el amor. Uno no puede escribir “como” si estuviera enamorado. Se está o no se está enamorado. Lamentablemente, esto rige también para el dolor. Por eso, los poetas que me atrapan por el cuello, son aquellos que me hacen sentir su destino insoslayable. No había alternativa.
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