Iván Oñate nació en Ambato, Ecuador, el 17 de marzo de 1948. Estudió en Quito, Argentina y España. Actualmente, es profesor de Semiótica y Literatura Hispanoamericana en la Universidad Central del Ecuador. Parte de su obra ha sido traducida al alemán, francés, inglés, portugués, griego, rumano e italiano. Krystyna Rodowska, traductora de Borges, Proust y Octavio Paz, tradujo su poesía al polaco. Fabienne Prat de la Sorbona de París tradujo al francés los cuentos de “El hacha enterrada” (1987). Está incluido en diversas antologías, tales como “Pasión de papel” (Páginas de Espuma, Madrid, España, 2007), junto a cuentistas como Mario Benedetti, Augusto Monterroso, Enrique Vila-Matas, Rodolfo Walsh, entre otros; “Anthologie de la littérature hispano-américaine du XXe siècle”, (Francia, 1993); “Erzählungen aus Spanisch Amerika” –Cuentos hispanoamericanos–, (Alemania,1992); “Antología de la poesía cósmica”, (México, 1996); “Antología básica del cuento ecuatoriano” (1998); “Poesía viva del Ecuador siglo XX” (1990); entre otras. Ha sido profesor invitado en universidades de Estados Unidos, Bélgica, Francia y México, y escritor invitado por la Westminster University (1997) y Kings College, de Londres. Entre sus libros destacan “Estadía poética” (Argentina, 1968); “En casa del ahorcado”, traducido al inglés por Steven White y al italiano por Walter Dusi (1977) y “La frontera” (Arquitrave, 2006). En octubre de 2006, la Facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León rindió homenaje a su carrera literaria. Además, ha participado en el “Encuentro de Poetas Iberoamericanos”, Londres, 1997, “Encuentro Internacional de Escritores”, Bogotá, 1999, y en la “Feria del Libro del Zócalo”, México, D.F., 2004, y “Feria Internacional del Libro”, Monterrey, Nuevo León, 2004, entre otros. En junio de 2008 participó en el Cuarto Festival Internacional “Letras en San Luis”, por el que se fraguó esta entrevista.
Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
“Despertar en una tierra que ya no es nuestra. Un mundo que en nada se parece al de nuestra juventud”.
Iván Oñate, “El país de las tinieblas”, (Ediciones de Media Noche, Instituto Zacatecano de Cultura y Universidad Autónoma de Zacatecas, México, 2008).
Ciudad de México. 1º de agosto de 2008.
Iván, ¿cuál es tu opinión sobre el festival en términos generales?
De lo mejor. La organización, impecable, y la atención y generosidad de su gente, imborrable. Fue alentador descubrir que en nuestro planeta todavía quedan jardines plenos de frescura, de sinceridad, de hermosura. Ésa es la sensación que me queda de San Luis Potosí y que guardaré eternamente.
Particularizando un poco, cuéntame, ¿qué te pareció conocer y tratar a José Emilio Pacheco, qué puedes comentar de su obra?
Cuando el maestro José Emilio Pacheco leía su discurso magistral, al recibir el “Premio al Mérito Literario”, advertí que hojeaba una pequeña libreta de cuero repujado que yo le había obsequiado unas horas antes. Al bajar del proscenio, el maestro me preguntó: “Oñate, ¿te fijaste en que usé tu libreta?”. Esta pequeñísima anécdota me basta para demostrar la generosidad, simpatía y humanidad de este gran poeta. También, en algún momento mientras conversábamos, de pronto, se puso de pie y se encaminó hacia la feria del libro que estaba en un salón contiguo y regresó con un ejemplar de “La fábula del tiempo”, su antología poética, que me dedicó. Un verdadero caballero. Es una lástima que estos encuentros duren tan poco. Pero queda el recuerdo, también inmejorable, que conservaré por siempre de José Emilio Pacheco. ¿Mi opinión sobre su obra? ¿Qué más puedo decir de alguien que, sin lugar a dudas, es el más grande de los poetas mexicanos vivos actualmente? Con el escritor y cineasta Pablo Cuvi, el domingo pasado leímos obra de José Emilio, te aseguro que había un aura muy bonita en el ambiente.
¿Y qué me cuentas de tu acercamiento con autores jóvenes u otros que no conocías?
El encuentro sirvió para descubrir a verdaderos valores de la poesía y de la narrativa mexicana actual. Me dio muchísimo gusto conocer autores de la importancia del maestro Armando Adame, Eudoro Fonseca, Francisco Hinojosa, Ana Clavel, Mario Alonso, Rocío González y, desde luego, a los valores jóvenes, como es el caso de Octavio César.
Sé que presentaste en varias ciudades “El país de las tinieblas”, háblame un poco de esas actividades y de la recepción que tuvo en aquéllas.
Auspiciada por la Universidad Autónoma de Zacatecas, el Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde” y Ediciones de Media Noche, que dirige Juan José Macías, tuve el honor de que apareciera mi libro de poesía “El país de las tinieblas”. No me cansaré de repetir que no fue una simple coincidencia que mi obra haya sido publicada en una ciudad fundada por un Oñate y después (como me hiciera ver el maestro Armando Adame) haya ocurrido el milagro de San Luis Potosí, que también fue fundada por otro Oñate, y finalmente presenté el libro en Monterrey, ciudad entrañable y generosa, donde tengo muchísimos amigos y donde la Universidad Autónoma de Nuevo León, en el año de 2006 brindó un homenaje a mi obra. Indiscutiblemente, mi corazón pertenece en gran parte a México.
Me gustaría que me dieras tu opinión sobre tu relación con la cultura mexicana, es decir, ¿cómo se dio, cómo se ha nutrido y cuál es el vínculo que tú vislumbras entre ésta y la ecuatoriana?
Precisamente el día de ayer, con el escritor Javier Vásconez, aceptábamos que, por el norte, Ecuador limita nada menos que con México. La niñez de mi generación le debe enormemente al cine mexicano. Todos nuestros mitos, toda nuestra ética y estética, toda nuestra sensualidad fue fundamentada en imágenes de Lilia Prado y Ana Bertha Lepe. La idea sobre el triunfo y el fracaso vino en imágenes en blanco y negro del cine mexicano. Nos otorgó por igual las imágenes y las lágrimas que tendría el dolor, nos dio la música y los cielos abiertos de la felicidad. Después, en la literatura, tenemos un paradigma insoslayable como Rulfo. Tan insoslayable que leyendo sus cuentos y su novela, de alguna forma, al adentrarnos en el campo mexicano, entendemos mejor el espíritu del campo ecuatoriano. Felizmente, ésa es la magia y enseñanza de la literatura. En el mundo de la juventud, teníamos que cantar algo parecido a Enrique Guzmán y vestir como César Costa para ser aceptado en el mundo. En definitiva, México está atado por mil razones con nuestra cultura ecuatoriana. Pero lo más grato fue encontrar que también nosotros los ecuatorianos, aunque sea de una manera mucho más modesta, también hemos hecho presencia en la cultura mexicana. Me refiero a Julio Jaramillo (que, por cierto, José Emilio conoce muy bien), a un gran amigo de México en Ecuador, como fue Benjamín Carrión, y actualmente me ha sorprendido gratamente el enorme cariño que tienen para Miguel Donoso Pareja.
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