viernes, junio 12, 2009

EL MAR SE LLAMA JULIA ANALIZADO POR VIVIANA CORDERO


En la vida de cualquier persona se suceden casi siempre dos tragedias muy serias: la falta de amor o el exceso de amor (Lucía Extebarria)


Cuando Xavier me pidió que le presentara El Mar se llama Julia, muchas ideas rondaron por mi mente y me debatí durante varios días hasta que le dije que sobre lo que en realidad a mí me interesaba hablar era sobre el tema de esta novela, sobre la idea central que es la que me ha venido rondando todo este tiempo dejando la forma, el estilo y la manera en que ha sido escrita, a los más expertos.

Hace algunos años escuché de esta novela, curiosamente de otro de los presentadores, Pedro Saad. Él me dijo: No está terminada aún pero la idea es magnífica, o al menos creo que me dijo eso y cuando yo terminé de leer lo que me quedó fue este sentimiento profundo de nostalgia y de pesar por lo que no se da.

El primer amor es el centro de esta novela. Guardo fresca en mi memoria una maravillosa película que se llama Un pequeño romance con Sir Laurence Olivier y la entonces niña Diane Lane y un joven francés que me parece que no volvió a actuar. Es la historia de dos adolescentes que se escapan a Venecia porque conocen de una leyenda. Les ha contado el personaje interpretado por Sir Lawrence Olivier sobre esta leyenda que dice lo siguiente: si dos amantes se besan en el ocaso bajo el puente de los suspiros, estarán juntos para siempre. Las mil y un peripecias por las que atraviesan estos niños adolescentes refuerzan este sentimiento de que la tenacidad del amor es única. Esta película me marcó de por vida y hace poco que la pasaron por televisión y la miraba con mis hijas sentí cuan vigente estaba. Recuerdo también a Melody acompañada de los inolvidables temas de los Bee Gees. Y en la literatura, al inolvidable personaje de Chico Carlo de Juana de Ibarbouru por no ir a lo esencial, a Romeo y Julieta. El amor es lo que prima en la novela de Xavier Oquendo, el amor es lo esencial. El amor es la fuerza que mueve a la niña Julia.


En El mar se llama Julia: Julia y José Julián son dos niños, preadolescentes, diez y doce años. Juliá se enamora. Por primera vez cae dentro de la enfermedad del amor. Dice Carmen Rigalt: “El amor es una enfermedad, una patología que nos erosiona abruptamente por dentro”. Sabiendo que no hay marcha atrás posible, pues el Jota, como llaman a José Julián ya se le ha metido adentro, valiente, le escribe una carta. El Jota contesta. En toda relación siempre hay uno que ame más y no es que el Jota no la quiera, pero no la quiere como ella quisiera que la quieran. El Jota, tiene otros intereses igual de importantes, como son el básquet, el mar y sus amigos. Julia siente celos del básquet, del mar y de sus amigos. Sin embargo Julia persiste y sufre. Por primera vez siente en corazón ese dolor amargo del amor, ese sabor a limón con sal. Sin embargo todo se torna peor, mucho peor de lo que jamás imaginó. El Jota sufre un accidente jugando básquet y pierde la memoria. Julia cree enloquecer sin tener noticias de su amigo y de pronto escucha que la única palabra que repite sin cesar es Julia. Emocionada va a visitarlo, pero él no la recuerda, ni siquiera sabe por qué sigue repitiendo esta palabra. Fue la última palabra que pronunció mientras jugaba básquet y la divisó y antes del golpe la llamó, pero él no lo recuerda. Y Julia escucha como él le dice que no sabe quien es, y que se vaya pues quiere estar solo. Entonces Julia en un acto de generosidad total le escribe una carta describiendo aquello que él más ama, el mar. Le describe ese mar para tratar así de llegar a su memoria de alguna manera.

Esta es una historia donde claramente se refleja la vida con toda su crueldad. “Y es que del amor, como de la vida, siempre se espera más y nunca se está satisfecho” (Lucía Extebarria)

Uno cree a veces que los niños no aman con la misma fuerza de los adultos y no es así. El niño sufre igual, siente celos, no concibe la vida sin esa persona, lo sé por la experiencia de mi hija. La veo sufrir por un compañerito con tal fuerza y ella me pregunta angustiada: Cuánto tiempo va a pasar hasta que lo olvide, Mami. Y tiene nueve años.

En el caso de Julia, ella lo ama con tal fuerza que ya no importa su felicidad, importa la de él, mientras que José Julián se deja amar.

Siento que Xavier ha llegado a la esencia femenina con gran perspicacia y a la masculina también. Una mujer ama con pasión, con dolor, se pierde una con tal de que el otro esté, sea, se sienta bien. Julia respira a través del Jota, y sólo el verlo bien lo pone a ella bien.
El amor es el discurso de la soledad a pesar de que este discurso sea hablado por millones de personas.


La historia del Jota y de Julia es una historia triste. Uno quisiera que terminen juntos, que Julián recuerde, que no pase tanto el tiempo, pero no. José Julián se va, lo llevan sus padres a otra tierra y Julia se queda sola. Quizás, como decía antes, uno quisiera que termine todo bien, pero entonces, como dice una de las personas a quien yo más admiro, el foógrafo iraní Reza, una de las pocas personas que me han hecho creer que la vida vale la pena de ser vivida. Él dice que las personas felices no tienen historia. Y entonces no tendríamos ni a Julia ni a José Julián.

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