sábado, junio 13, 2009

La esencia de lo femenino






El desagradable término de “poetisa”, diminutivo y peyorativo, ha sido un limitante para reafirmar a la poeta mujer. Cada vez, y por suerte, semejante palabreja, se ha ido difuminando, quedando solamente el término “poeta” para ellas también. Sin embargo el mundo ha cambiado y con ellos los más elementales conceptos. Uno de ellos el de la feminidad. Cuatro poetas contemporáneas, ecuatorianas todas, y que acaban de publicar en mayoría, junto con tres poetas varones, una selección de su poesía en el libro “La voz habitada” nos hablan, desde el lente de una mujer creadora, del acto de ser mujer en esencia en una época donde las esencias ya se han mezclado con otros aromas.



Marialuz Albuja Bayas

Las mujeres somos fascinantes. Lo digo por otras mujeres que conozco. Y lo digo por mí. Sin embargo, nuestros tesoros pueden quedarse fácilmente enterrados si no hacemos todo lo posible por rescatarlos del polvo y encargarnos de que se vuelvan parte de nuestra vida. Somos terrenales, y esa misma ‘terrenalidad’ nos garantiza el acceso a las profundidades del alma. Podemos crearlo todo, desde los hijos hasta los proyectos, delirantes o no, que ocupen el centro de nuestra motivación. Las mujeres modernas somos una mezcla de Atenea y Afrodita, siempre en pugna. Pero todas, en el fondo, añoramos regresar a los caminos de Afrodita. Nuestra esencia es la búsqueda –que no da lugar a extravíos– de ese espacio donde podemos ser lo que queremos. Por eso, mi poesía ha sido, y sigue siendo, siempre búsqueda. No de un puerto, ni de un sentimiento, ni de una verdad, sino del espíritu femenino que me habita con la generosidad más absoluta para que yo beba de su cántaro siempre que así lo desee.

Julia Erazo Delgado


El potencial de la maternidad hace del cuerpo femenino un cuerpo fuerte y ello se confirma en su proyección y representación particular. Lleva la sabiduría protectora para que la especie humana no se extinga. Ello de por sí la engrandece, sin embargo, hablar de mujer es hablar de algo más. La mujer ha cumplido varios roles, no siempre justos, a lo largo de la historia. Ello le ha permitido desarrollar facultades emocionales y físicas difíciles de superar como la tolerancia, la resistencia, la paciencia, la capacidad de resolver varias cosas a la vez, la intuición, la estrategia. La mujer fue invalidada como ser humano por siglos, relegada a tareas domésticas y manuales. Por suerte, ahora, después de haber conquistado muchos espacios que le correspondían, por fin tiene la oportunidad de expandir su inteligencia y su sensibilidad hacia nuevos horizontes. Y lo mejor es que puede hacerlo como profesional, intelectual, artista, madre, compañera, ama de casa, todo a la vez, y no morir en el intento.


Ana Cecilia Blum


La historia ha sido interpretada según los principios patriarcales de la cultura. La presencia y la labor de la mujer se han visto devaluadas frente a la del hombre porque a lo largo del tiempo ella aparece como un contribuyente marginal al desarrollo y a la experiencia humana y social. Ante este escenario, la esencia de la mujer devela su fortaleza interior en acciones concretas y en su resistencia para enfrentar desafíos individuales y colectivos.
Su esencia la hace diferente, pero igual al hombre. Diferente, porque el mundo del hombre es como un gran mapa, mientras que el de la mujer está cargado de detalles. Igual, porque también la mujer posee la capacidad de transformar la cultura y la historia siendo líder, escritora, educadora, científica, artista y ciudadana responsable. Las viejas concepciones la encerraban en un círculo de dulzura, virtuosismo, maternidad, tolerancia y víctima de las circunstancias. Hoy, la esencia de la mujer cruza las calles, ocupa una banca escolar, se sienta en una silla presidencial, asume con miedos o sin miedos el comando de sus días.


Carmen Inés Perdomo Gutiérrez


La palabra que para mí define a la mujer es “intensidad” que en un sentido amplio implica un ser total. La vida de la mujer surge de experiencias, a veces, atravesadas por el dolor, piedra angular desde el que levanta esas frágiles pero al mismo tiempo perdurables estructuras que son sus vivencias. Ellas se construyen gracias a un oficio que la mujer, en este caso la poeta, lleva hasta las últimas consecuencias bordeando los límites del caos en donde cada palabra y cada pausa se acoplan para engendrar el cuerpo liviano de la hoja escrita.
Muchas veces nos vemos atadas al fracaso o a la sumisión, ese olvido de nosotras mismas es el protagonista de los silencios y hace que en un acto de fe libere la más ardua y feroz batalla con las palabras que son las que asestarán el golpe final.
Este laberinto de sueños e inquietudes me impulsa a encontrar la salida y es la voz que me libera de las sombras y me permite crear. Esa es la esencia fundamental de mi ser.

viernes, junio 12, 2009

POESIA EN PARALELO CERO (El libro)



POESIA EN PARALELO CERO
Inauguración

Ecuador
Es un país irreal limitado por sí mismo,
partido por una línea imaginaria
y no obstante cavada en el cemento al pie de la pirámide.

Jorge Enrique Adoum

Con esta postal quiero presentar a mi país, con estos versos cada más verdaderos, con esta verdad que hemos cargado hace siglos, aún cuando no nos llamábamos Ecuador, sino Quito, y nos pinchaba la idea grata del centro del mundo. De estar en la mitad del globo y terminar siendo imaginarios. Nunca es demasiado. Quito es centro, es ombligo, es el agujero del cordón umbilical que se cava hasta el fondo en nuestra frustración por no ser algo evidente, por no ser algo visible.
Cuando el Ecuador se llamó Ecuador, ya lamentablemente estuvimos “limitados por nosotros mismos”, ya no teníamos el coraje de ser salvados por nuestra propia figura debilitada, por nuestro propio ego, por nuestra sombra fragorosa. Ya nos quedamos encerrados en el paralelo cero, y el cero no tiene valor, el cero es imaginario, es la nada. Pero solo en la nada está el comienzo.
Hace muchos años cuando mis padres me llevaron a una juguetería quise que me compraran una alcancía en forma de globo terráqueo. Comencé a verla y me di cuenta que casi todo el mundo se llama Ecuador, entonces me sentí importante. Salí con el juguete pensando en lo imponente que era como ciudadano de esta República, como un “ecuatorianito” ampliado en mi efímero mundo infantil. Pero lo que me enteré más tarde es que estaba viendo la línea equinoccial que divide el mundo y que se llama como nosotros, y luego, muy prontito, busqué en Sudamérica mi país, pero no estaba. No existía en el mapa. Luego la profecía se cumplió: El Ecuador era producto de la imaginación de los académicos franceses. Teníamos que vivir para adentro, en la Sudamérica de esa esfera ocupaba gran puesto el Perú y Colombia en mi pequeño mapa, el Ecuador había desaparecido, se había esfumado de mi realidad. Se había rayado mi aún incipiente identidad, había caído desolado en el catre del desconsuelo, ¿cómo yo podía vivir en un país que no existe? ¿En un país que no es en el mapa?

Con esa fragancia vivimos los ecuatorianos. Cuando uno sale a ver el mundo, el mundo nos pregunta de dónde salimos, qué somos, qué tenemos, por qué asomamos si nadie nos ha llamado, si el Ecuador es una línea imaginaria, el Ecuador no existe. La imaginación se termina cuando la realidad empieza.

Luego, ya crecidos, y sumidos en el mundo de la literatura buscamos en las editoriales internacionales, dónde están nuestros poetas, por qué no aparecen los poetas de mi Patria en los grandes catálogos. Sufro de verdad. Amo a los poetas, me caen bien, me parecen geniales, porque ningún gran poeta ha sido ni modestón ni atorrante; ni bufón ni melancolizo; ninguno está roto y tampoco entero; ninguno está cosido ni parchado; ninguno es enteramente doliente, siempre sonriente.

Y donde están mis poetas, los de mi patria. Triste es pensar que no están en las librerías de Colombia, por ejemplo, 8por citar al vecino), pero el triste consuelo es que ni siquiera están sus libros en las librerías de Ambato, de Cuenca, de Loja, de Guayaquil. Entonces los poetas de mi Patria faltan en el mundo.

Dónde está Carrera Andrade, Gangotena, Escudero; Donde el fakir Dávila Andrade, donde Adoum, donde Efraín Jara, donde la poesía de Astudillo, de Carlos Eduardo Jaramillo, donde las voces de los poetas ecuatorianos que participan en este encuentro. Porque, más bien, no se vuelve una pandemia el hecho de generar una cultura que nos haga reconocer a la poesía de la patria. Hay que buscarlos bajo las piedras que nosotros lanzamos y, como bien dice José Maria Cano. “Con las piedras hacen ellos su pared”. No es justo, porque no es real.

Claro, aquí cabe hablar sobre el tiempo. El tiempo, juez implacable, dejará dibujado el mapa real de la poesía en el mundo, la Patria sabrá fraguarse cuando exista, cuando sus poetas se dejen ver y además dejen ver a los otros.

Por ello, y gracias por permitirme la digresión, he convocado a este encuentro.

En conclusión, porque quiero que los poetas de fuera sepan que Ecuador es más que un país “limitado por si mismo”, más que una línea equinoccial, más que una anécdota entre Colombia y Perú.

Aquí están una parte de los poetas de mi Patria. Son todos los que están, pero no están todos los que son. Sería imposible, “no hay cama pa´ tanta gente”, “no nos fallo la intención, pero si el presupuesto”. Quiero que este encuentro se institucionalice, se vuelva una “lastimadura de la tierra”, citando, otra vez a Adoum. Por ello, y en esto me comprometo, quiero que todos los poetas del Ecuador lean en este Encuentro junto con nuestros hermanos poetas internacionales. No vamos a repetir los mismos nombres, siempre vamos a convocar a los faltantes. En la gran patria del castellano, los poetas abundan. Ya el tiempo nos dirá quienes quedan y a quienes hay que olvidar, pero es bueno optar por una tarima de voces, donde el poeta entregue al público su obra. Creo que mi País, este territorio anónimo, ha generado poetas. Anónimos poetas de mi patria que se han juntado en ellos mismos para hacer una realidad.

***

A nombre de mi editorial ELANGEL Editor quiero saludar y agradecer.: abrazar y halagar a los poetas que han venido desde otros países, desde otras latitudes, arriba y abajo del paralelo cero, donde la poesía sigue el recorrido en las crisis, en los holocaustos post modernos, en los malos gobiernos. La poesía está sobretodo aquello, no tiene porqué entregarse a nada, la libertad de un artista es la única que existe. Ninguna otra: ni el amor, ni la muerte, solo el arte.

A ellos, a Efraín Bartolomé, de México; a Federico Díaz-Granados, de Colombia; a Francisco Morales Santos, de Guatemala; a Ernesto Román Orozco, de Venezuela y a Rafael Espejo, de España, mi abrazo grande, por estar aquí, por haber llegado, al país imaginario, a la primera ciudad del mundo en haber sido declarada Patrimonio de la Humanidad, a la ciudad convento, a la ciudad encerrada, a la bella ciudad de Quito. Gracias amigos, poetas de mi idioma, gracias por ser cómplices, por estar siempre, por producir atmósferas, por producir memoria. Eso, la memoria, la verdadera forma de vivir.
Primero a mi esposa, compañera, amiga, quien resuelve eficazmente todo entuerto, la poeta Julia Erazo Delgado, ella el Angel de la editorial.

A mis poetas de la “patria pequeña”, de la patria de Benjamín Carrión, un abrazo con los versos, unas ganas enormes de reconocer en las palabras el gran amor por la verdad. A los 15 poetas ecuatorianos que engalanan con su poesía este encuentro les agradezco su tiempo, su colaboración.

Debo agradecer infinitamente a la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Esta Casa, que acogió con desmedido afecto y con gran espíritu de complicidad este encuentro. A Marco Antonio Rodríguez, su presidente; Fabián Guerrero, el director de Publicaciones, y poeta; al Departamento de Comunicación de la Casa de la Cultura, que ha trabajado con empeño y tesón desde el principio, desde que llegué con el proyecto en ciernes, hasta ahora, que empieza el periplo. A Martha Palacios, amiga, colaboradora, apersonada ella en todo este camino, mi abrazo por su mano siempre firme, por su mano siempre amiga, por su mano siempre hermana.
A Cristina, Paty, Laydy, y todo el personal; a Paulina Loza, que agenciosa ayudó en la realización de toda impresión para este encuentro. A Cristian Hervas, que ayudó en el diseño.
Un especial abrazo a los Núcleos de la Casa de la Cultura de Cotopaxi, Tungurahua, Azuay y Guayas, por todo lo que han hecho para que este encuentro pueda salir a las provincias, podamos viajar por los caminos del país del cóndor y el colibrí y consigamos que la palabra no se centralice en una sola ciudad. Los presidentes de los núcleos Edmundo Rivera, Mary Pachano, Jorge Dávila Vásquez y Rosa Amelia Alvarado Roca han hecho un gran trabajo, cada uno en sus ciudades, en sus provincias, cada uno con el “corazón tendido al sol”, como diría Víctor Manuel.
Otro especial agradecimiento a mi querido amigo y talentoso diseñador Javier Valencia por haber creado la concepción visual de este encuentro y haber conseguido unos afiches y un portada del libro que esta noche presentamos, muy hermosa. Al poeta Carlos Garzón, por su mano siempre honrosa.
A la embajada de España por su gran ayuda para que el poeta Rafael Espejo esté con nosotros en este encuentro.
A todos los medios de comunicación que acudieron a nuestro llamado, gracias por apoyar el encuentro, por publicitarlo, por convocar a nuestros amigos, a los lectores de poesía, esa “inmensa minoría” que nos acoge.

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Siempre he creído necesario que en un encuentro de poetas o de escritores se de una memoria con la obra. Al fin y al cabo la obra es lo que queda. Nosotros, todos, nos iremos un día, con nuestra memoria y nuestro corazón, con todo lo que hemos visto, hemos oído, pero los libros resistirán al tiempo y a las polillas. Pese a todo, estarán las páginas en alguna biblioteca, en algún lugar. Este encuentro quiere presentarles el libro con una muestra de los poetas seleccionados. Una muestra hecha por cada uno de los poetas, ahí los conocerán a pleno. La poesía los vuelve cuerpo presente, aún cuando ya no estén. Un libro con los poetas que nos visitan y con los nuestros. Un libro que será el libro de la memoria, en donde recordamos el instante, le daremos nuestra perspectiva; la poesía nos ayudará a convocar a la memoria, nos aupará por la dermis y la epidermis de ese rostro que escribió ese poema, que se volvió replica de una figura. El genio y la figura están siempre en el hacer, en el quehacer. Esa es la entrega necesaria. Lo hermoso de los poetas es que ninguno se parezca en su estilo, que ninguno reproduzca otro efecto, que no haya telarañas de la duda en la verificación de la voz. Por su poesía los conoceréis, por los pasos de los versos escarceados, versos vitales de nuestros 20 poetas en este primer encuentro. El libro circulará, debe hacerse visible y el tiempo sabrá en qué puesto lo pone, en qué anaqueles los coloca.
Fue un libro que comenzó y terminó en la ruleta insurrecta del amor. Un libro que se fue dando, que fue creciendo y que está ya con nosotros. Conózcanlo.

***

Por último quiero hacer una promesa en este auditorio, y quiero que cada uno de ustedes me ayude, así, como cuando se promete algo frente a la Patria, frente a la novia, frente a los hijos, en este momento quiero prometerles que no voy a desmayar en esta faena, que quiero hacer cada año este encuentro:

Prometo, ante ustedes, hermanos de la palabra, que perseguiré al águila caudal de los poetas y los traeré al paralelo cero, y conjuntamente con los otros poetas hermanos, volver en el 2010 a encontrarnos en estos arrestos.

Pero toda promesa trae compromisos: quiero comprometer a la Casa de la Cultura, aquí, públicamente, para que el próximo año se vuelvan a embarcar en las naves y evitemos quemarlas para seguir recorriendo los puertos. Esos puertos que vienen y van, eso que, como bien dijo nuestro poeta modernista Remigio Romero y Cordero van “alejándose, mientras muere el día”.

Ni más ni menos.

Xavier Oquendo Troncoso

Elizabeth Quila y "La mirada ciega"


La presentación de este libro se realizará en la ciudad de Quito el día Viernes 19 de Junio, a las 19h00 en el Centro Cultural Benjamín Carrión, conjuntamente con el libro de poemas de César Eduardo Galarza.
Presentarán los libros Elsy Santillán Flor y Carlos Garzón Noboa.


Elizabeth Quila Vaca
(Guayaquil, 1964)

Licenciada en Literatura y Comunicación Social, mención Relaciones Públicas, por la Universidad Católica Santiago de Guayaquil y Magíster en Psicoterapia Psicoanalítica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha seguido además varios cursos de pedagogía en Lima, Perú; Santiago, Chile; Bogotá, Colombia. Ha trabajado como profesora universitaria en las más prestigiosas universidades de Quito y Guayaquil. Es promotora cultural y Relacionadora pública de importantes empresas.
Su labor cultural siempre ha estado inmersa en la promoción y difusión de la literatura. Su trabajo, hasta ahora inédito, ha sido considerado por su generación como prometedor en las letras nacionales. Ha participado en varios e importantes actos literarios en el país.


Hay libros que no necesitan ser prologados.
Hay cosas en la vida que no necesitan ser explicadas.
Hay misterios, ocupaciones y desempeños que no tiene que ser develados.
Un cuento es un viaje propuesto, un rosario de eventos que se descubren, amenazantes a veces, cautelosos, oscuros y temibles.
Todos tenemos un cuento que contar; todos, un sueño que soñar. Pero pocos lo pueden tejer con ese amor que necesitan las palabras, las mágicas palabras que invocan sortilegios. Es este camino intransitado de la memoria entre las calles del olvido. Son traumas y los maravillosos anexos de la vida.
Hay que ser muy valiente para desnudarse y dejarse ver por el mundo. Esa incesante tarea de los escritores que nos deja perplejos y un poco ruborizados, ésa es la verdadera pared que nos separa de los iluminados, al otro lado del bosque.
Hay que tener dedos sutiles y dejar volar la imaginación, entrecortada por la memoria, que a veces no es tan placentera. Purgar y redimir, es la tarea de los cuentos que lanzados al universo se convierten en ventanas.
Y es en esta invitación que nos atrevemos a recorrer el placer sin reparos, en parcelas morales que se abren despreocupadas. El incomparable placer de mirar, mirarse y ser mirado, como diría el divino marqués; ese mirarse al espejo sin turbaciones ni preocupaciones.
Cada relato es un espejo hecho añicos, una súbita llamarada de cachetadas insolentes pero necesarias a la hora de ser sinceros.
En este mundo que ahora se dice cambiante, escribir cuentos alejados de tabúes y supuestos es una gran aventura. Escribirlos sin reparos y a letra fría es una odisea. Escribirlos desde la visión femenina y salpicarlos de dureza es realmente una proeza.
La elegía del saber físico es importante, más importante aún cuando esta salpicada del saber científico y adornado por las pantomimas de la memoria, solo ahí se transforma en un cuadro íntegro y brillante. Deseoso de ser descubierto. Pero algo nos impide ver esas estructuras subyacentes, porque esta invadido por aturdidas lanzas y descarnadas acciones, casi imprevisibles, a veces criminales.
Entonces nos volvemos débiles y sucumbimos ante lo inesperado, primero elevados y oprimidos después, en este vaivén atolondrado de frases que bailan macabras.
Y si eso no es la escritura, ¿entonces qué es?
Hay libros que necesitan ser sentidos. Absorbidos, machacados en microscópicas partículas e inhalados. Hay relatos que deben ser matemáticamente estudiados, porque en su fluidez está nuestra propia necesidad de ser entendidos; atravesando soledades, desencuentros y anhelos.
Este libro es corporal, sensual y rojo. Es asfixiante y revelador.
Hay libros cuyo prólogo podrá parecer vano.
Parecería Insensato explicar lo que debe permanecer quieto y tranquilo, pero que al caer de la roca, se perturba exponencialmente.
Nuestra cultura analgésica nos tiene acostumbrados al espanto. Ya nada nos asombra. Pero, necesitamos salvarnos. Y quizás las palabras descarnadas nos resulten salvavidas en este océano de locura.
Hay ciertos autores que están llamados a remecer, a trastocar y preguntar. A mostrarnos que las cosas del amor aun continúan vigentes y que entre tanta automatización, aun persisten las pasiones, las penas del desamor y la melancolía.
Aun somos humanos, después de todo y siempre es bueno recordarlo.

Osvaldo Paladines Zurita

ESTU FUIMOS EN LA FELICIDAD según Maldonado y Junieles



Un buen amigo es un tesoro, dice la Biblia, y en su texto Xavier Oquendo reproduce esta máxima, la reedita, la reelabora y la recrea. Un paseo nostálgico por la adolescencia, más allá de los conflictos existenciales, el duelo por el cuerpo de niño, la pérdida de la inocencia y todas esas cosas que convierten la mejor de las edades en el peor de los tormentos.
En un tono coloquial, desenfadado, con apuntes a veces un poco prosaicos, Xavier Oquendo reflexiona sobre años y personajes atrapados en una etapa de la vida en donde la amistad se convierte en un eje y un aprendizaje de la vida que no nos da ni la familia ni la educación formal, que no se adquiere en los libros (salvo quizá en algunos libros de poemas, como este) ni en los problemas de álgebra.
Como siempre, la palabra de Xavier puede emocionar y sorprender. Puede llevarnos a visualizar momentos ajenos y también a evocar los propios vericuetos del recorrido por situaciones iguales o parecidas a las que Oquendo redescubre y redescribe en estas páginas.
Esto fuimos en la felicidad acude a la nostalgia por un pasado que evocamos con ojos parcializados, tema recurrente de la poesía y de las artes en general, y con esa materia conocida reconstruye las vivencias y las emociones de un tiempo que solamente vuelve a través de la magia de la palabra hecha poema.

Lucrecia Maldonado


Toda poética es la fundación de una nueva realidad, a partir de una suma de perplejidades. Hay una misteriosa lumbre en las palabras de Xavier Oquendo. Su palabra nos protege de la ceguera que origina mirar de frente a la realidad. Mucho de todo lo perdido en nuestro tránsito regresa cuando leemos a Oquendo: las astillas de la memoria, nuestros sueños diseminados, la vida que nos ha robado el tiempo y el ámbito que debemos vivir. Esta palabra nace de su límite, cierra el silencio para liberar la palabra, costillas que evitan que el corazón salga rodando por el piso. Palabras con rostros donde leemos gestos donde nos reconocemos. Parece que cada palabra de Oquendo estaba allí para nosotros desde siempre, como la rama de un árbol que durante años crece, para sostener un pájaro que pronto levanta el vuelo.

John J. Junieles
Escritor colombiano
Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén.

EL MAR SE LLAMA JULIA ANALIZADO POR VIVIANA CORDERO


En la vida de cualquier persona se suceden casi siempre dos tragedias muy serias: la falta de amor o el exceso de amor (Lucía Extebarria)


Cuando Xavier me pidió que le presentara El Mar se llama Julia, muchas ideas rondaron por mi mente y me debatí durante varios días hasta que le dije que sobre lo que en realidad a mí me interesaba hablar era sobre el tema de esta novela, sobre la idea central que es la que me ha venido rondando todo este tiempo dejando la forma, el estilo y la manera en que ha sido escrita, a los más expertos.

Hace algunos años escuché de esta novela, curiosamente de otro de los presentadores, Pedro Saad. Él me dijo: No está terminada aún pero la idea es magnífica, o al menos creo que me dijo eso y cuando yo terminé de leer lo que me quedó fue este sentimiento profundo de nostalgia y de pesar por lo que no se da.

El primer amor es el centro de esta novela. Guardo fresca en mi memoria una maravillosa película que se llama Un pequeño romance con Sir Laurence Olivier y la entonces niña Diane Lane y un joven francés que me parece que no volvió a actuar. Es la historia de dos adolescentes que se escapan a Venecia porque conocen de una leyenda. Les ha contado el personaje interpretado por Sir Lawrence Olivier sobre esta leyenda que dice lo siguiente: si dos amantes se besan en el ocaso bajo el puente de los suspiros, estarán juntos para siempre. Las mil y un peripecias por las que atraviesan estos niños adolescentes refuerzan este sentimiento de que la tenacidad del amor es única. Esta película me marcó de por vida y hace poco que la pasaron por televisión y la miraba con mis hijas sentí cuan vigente estaba. Recuerdo también a Melody acompañada de los inolvidables temas de los Bee Gees. Y en la literatura, al inolvidable personaje de Chico Carlo de Juana de Ibarbouru por no ir a lo esencial, a Romeo y Julieta. El amor es lo que prima en la novela de Xavier Oquendo, el amor es lo esencial. El amor es la fuerza que mueve a la niña Julia.


En El mar se llama Julia: Julia y José Julián son dos niños, preadolescentes, diez y doce años. Juliá se enamora. Por primera vez cae dentro de la enfermedad del amor. Dice Carmen Rigalt: “El amor es una enfermedad, una patología que nos erosiona abruptamente por dentro”. Sabiendo que no hay marcha atrás posible, pues el Jota, como llaman a José Julián ya se le ha metido adentro, valiente, le escribe una carta. El Jota contesta. En toda relación siempre hay uno que ame más y no es que el Jota no la quiera, pero no la quiere como ella quisiera que la quieran. El Jota, tiene otros intereses igual de importantes, como son el básquet, el mar y sus amigos. Julia siente celos del básquet, del mar y de sus amigos. Sin embargo Julia persiste y sufre. Por primera vez siente en corazón ese dolor amargo del amor, ese sabor a limón con sal. Sin embargo todo se torna peor, mucho peor de lo que jamás imaginó. El Jota sufre un accidente jugando básquet y pierde la memoria. Julia cree enloquecer sin tener noticias de su amigo y de pronto escucha que la única palabra que repite sin cesar es Julia. Emocionada va a visitarlo, pero él no la recuerda, ni siquiera sabe por qué sigue repitiendo esta palabra. Fue la última palabra que pronunció mientras jugaba básquet y la divisó y antes del golpe la llamó, pero él no lo recuerda. Y Julia escucha como él le dice que no sabe quien es, y que se vaya pues quiere estar solo. Entonces Julia en un acto de generosidad total le escribe una carta describiendo aquello que él más ama, el mar. Le describe ese mar para tratar así de llegar a su memoria de alguna manera.

Esta es una historia donde claramente se refleja la vida con toda su crueldad. “Y es que del amor, como de la vida, siempre se espera más y nunca se está satisfecho” (Lucía Extebarria)

Uno cree a veces que los niños no aman con la misma fuerza de los adultos y no es así. El niño sufre igual, siente celos, no concibe la vida sin esa persona, lo sé por la experiencia de mi hija. La veo sufrir por un compañerito con tal fuerza y ella me pregunta angustiada: Cuánto tiempo va a pasar hasta que lo olvide, Mami. Y tiene nueve años.

En el caso de Julia, ella lo ama con tal fuerza que ya no importa su felicidad, importa la de él, mientras que José Julián se deja amar.

Siento que Xavier ha llegado a la esencia femenina con gran perspicacia y a la masculina también. Una mujer ama con pasión, con dolor, se pierde una con tal de que el otro esté, sea, se sienta bien. Julia respira a través del Jota, y sólo el verlo bien lo pone a ella bien.
El amor es el discurso de la soledad a pesar de que este discurso sea hablado por millones de personas.


La historia del Jota y de Julia es una historia triste. Uno quisiera que terminen juntos, que Julián recuerde, que no pase tanto el tiempo, pero no. José Julián se va, lo llevan sus padres a otra tierra y Julia se queda sola. Quizás, como decía antes, uno quisiera que termine todo bien, pero entonces, como dice una de las personas a quien yo más admiro, el foógrafo iraní Reza, una de las pocas personas que me han hecho creer que la vida vale la pena de ser vivida. Él dice que las personas felices no tienen historia. Y entonces no tendríamos ni a Julia ni a José Julián.