POESIA EN PARALELO CERO
Inauguración
Ecuador
Es un país irreal limitado por sí mismo,
partido por una línea imaginaria
y no obstante cavada en el cemento al pie de la pirámide.
Jorge Enrique Adoum
Con esta postal quiero presentar a mi país, con estos versos cada más verdaderos, con esta verdad que hemos cargado hace siglos, aún cuando no nos llamábamos Ecuador, sino Quito, y nos pinchaba la idea grata del centro del mundo. De estar en la mitad del globo y terminar siendo imaginarios. Nunca es demasiado. Quito es centro, es ombligo, es el agujero del cordón umbilical que se cava hasta el fondo en nuestra frustración por no ser algo evidente, por no ser algo visible.
Cuando el Ecuador se llamó Ecuador, ya lamentablemente estuvimos “limitados por nosotros mismos”, ya no teníamos el coraje de ser salvados por nuestra propia figura debilitada, por nuestro propio ego, por nuestra sombra fragorosa. Ya nos quedamos encerrados en el paralelo cero, y el cero no tiene valor, el cero es imaginario, es la nada. Pero solo en la nada está el comienzo.
Hace muchos años cuando mis padres me llevaron a una juguetería quise que me compraran una alcancía en forma de globo terráqueo. Comencé a verla y me di cuenta que casi todo el mundo se llama Ecuador, entonces me sentí importante. Salí con el juguete pensando en lo imponente que era como ciudadano de esta República, como un “ecuatorianito” ampliado en mi efímero mundo infantil. Pero lo que me enteré más tarde es que estaba viendo la línea equinoccial que divide el mundo y que se llama como nosotros, y luego, muy prontito, busqué en Sudamérica mi país, pero no estaba. No existía en el mapa. Luego la profecía se cumplió: El Ecuador era producto de la imaginación de los académicos franceses. Teníamos que vivir para adentro, en la Sudamérica de esa esfera ocupaba gran puesto el Perú y Colombia en mi pequeño mapa, el Ecuador había desaparecido, se había esfumado de mi realidad. Se había rayado mi aún incipiente identidad, había caído desolado en el catre del desconsuelo, ¿cómo yo podía vivir en un país que no existe? ¿En un país que no es en el mapa?
Con esa fragancia vivimos los ecuatorianos. Cuando uno sale a ver el mundo, el mundo nos pregunta de dónde salimos, qué somos, qué tenemos, por qué asomamos si nadie nos ha llamado, si el Ecuador es una línea imaginaria, el Ecuador no existe. La imaginación se termina cuando la realidad empieza.
Luego, ya crecidos, y sumidos en el mundo de la literatura buscamos en las editoriales internacionales, dónde están nuestros poetas, por qué no aparecen los poetas de mi Patria en los grandes catálogos. Sufro de verdad. Amo a los poetas, me caen bien, me parecen geniales, porque ningún gran poeta ha sido ni modestón ni atorrante; ni bufón ni melancolizo; ninguno está roto y tampoco entero; ninguno está cosido ni parchado; ninguno es enteramente doliente, siempre sonriente.
Y donde están mis poetas, los de mi patria. Triste es pensar que no están en las librerías de Colombia, por ejemplo, 8por citar al vecino), pero el triste consuelo es que ni siquiera están sus libros en las librerías de Ambato, de Cuenca, de Loja, de Guayaquil. Entonces los poetas de mi Patria faltan en el mundo.
Dónde está Carrera Andrade, Gangotena, Escudero; Donde el fakir Dávila Andrade, donde Adoum, donde Efraín Jara, donde la poesía de Astudillo, de Carlos Eduardo Jaramillo, donde las voces de los poetas ecuatorianos que participan en este encuentro. Porque, más bien, no se vuelve una pandemia el hecho de generar una cultura que nos haga reconocer a la poesía de la patria. Hay que buscarlos bajo las piedras que nosotros lanzamos y, como bien dice José Maria Cano. “Con las piedras hacen ellos su pared”. No es justo, porque no es real.
Claro, aquí cabe hablar sobre el tiempo. El tiempo, juez implacable, dejará dibujado el mapa real de la poesía en el mundo, la Patria sabrá fraguarse cuando exista, cuando sus poetas se dejen ver y además dejen ver a los otros.
Por ello, y gracias por permitirme la digresión, he convocado a este encuentro.
En conclusión, porque quiero que los poetas de fuera sepan que Ecuador es más que un país “limitado por si mismo”, más que una línea equinoccial, más que una anécdota entre Colombia y Perú.
Aquí están una parte de los poetas de mi Patria. Son todos los que están, pero no están todos los que son. Sería imposible, “no hay cama pa´ tanta gente”, “no nos fallo la intención, pero si el presupuesto”. Quiero que este encuentro se institucionalice, se vuelva una “lastimadura de la tierra”, citando, otra vez a Adoum. Por ello, y en esto me comprometo, quiero que todos los poetas del Ecuador lean en este Encuentro junto con nuestros hermanos poetas internacionales. No vamos a repetir los mismos nombres, siempre vamos a convocar a los faltantes. En la gran patria del castellano, los poetas abundan. Ya el tiempo nos dirá quienes quedan y a quienes hay que olvidar, pero es bueno optar por una tarima de voces, donde el poeta entregue al público su obra. Creo que mi País, este territorio anónimo, ha generado poetas. Anónimos poetas de mi patria que se han juntado en ellos mismos para hacer una realidad.
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A nombre de mi editorial ELANGEL Editor quiero saludar y agradecer.: abrazar y halagar a los poetas que han venido desde otros países, desde otras latitudes, arriba y abajo del paralelo cero, donde la poesía sigue el recorrido en las crisis, en los holocaustos post modernos, en los malos gobiernos. La poesía está sobretodo aquello, no tiene porqué entregarse a nada, la libertad de un artista es la única que existe. Ninguna otra: ni el amor, ni la muerte, solo el arte.
A ellos, a Efraín Bartolomé, de México; a Federico Díaz-Granados, de Colombia; a Francisco Morales Santos, de Guatemala; a Ernesto Román Orozco, de Venezuela y a Rafael Espejo, de España, mi abrazo grande, por estar aquí, por haber llegado, al país imaginario, a la primera ciudad del mundo en haber sido declarada Patrimonio de la Humanidad, a la ciudad convento, a la ciudad encerrada, a la bella ciudad de Quito. Gracias amigos, poetas de mi idioma, gracias por ser cómplices, por estar siempre, por producir atmósferas, por producir memoria. Eso, la memoria, la verdadera forma de vivir.
Primero a mi esposa, compañera, amiga, quien resuelve eficazmente todo entuerto, la poeta Julia Erazo Delgado, ella el Angel de la editorial.
A mis poetas de la “patria pequeña”, de la patria de Benjamín Carrión, un abrazo con los versos, unas ganas enormes de reconocer en las palabras el gran amor por la verdad. A los 15 poetas ecuatorianos que engalanan con su poesía este encuentro les agradezco su tiempo, su colaboración.
Debo agradecer infinitamente a la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Esta Casa, que acogió con desmedido afecto y con gran espíritu de complicidad este encuentro. A Marco Antonio Rodríguez, su presidente; Fabián Guerrero, el director de Publicaciones, y poeta; al Departamento de Comunicación de la Casa de la Cultura, que ha trabajado con empeño y tesón desde el principio, desde que llegué con el proyecto en ciernes, hasta ahora, que empieza el periplo. A Martha Palacios, amiga, colaboradora, apersonada ella en todo este camino, mi abrazo por su mano siempre firme, por su mano siempre amiga, por su mano siempre hermana.
A Cristina, Paty, Laydy, y todo el personal; a Paulina Loza, que agenciosa ayudó en la realización de toda impresión para este encuentro. A Cristian Hervas, que ayudó en el diseño.
Un especial abrazo a los Núcleos de la Casa de la Cultura de Cotopaxi, Tungurahua, Azuay y Guayas, por todo lo que han hecho para que este encuentro pueda salir a las provincias, podamos viajar por los caminos del país del cóndor y el colibrí y consigamos que la palabra no se centralice en una sola ciudad. Los presidentes de los núcleos Edmundo Rivera, Mary Pachano, Jorge Dávila Vásquez y Rosa Amelia Alvarado Roca han hecho un gran trabajo, cada uno en sus ciudades, en sus provincias, cada uno con el “corazón tendido al sol”, como diría Víctor Manuel.
Otro especial agradecimiento a mi querido amigo y talentoso diseñador Javier Valencia por haber creado la concepción visual de este encuentro y haber conseguido unos afiches y un portada del libro que esta noche presentamos, muy hermosa. Al poeta Carlos Garzón, por su mano siempre honrosa.
A la embajada de España por su gran ayuda para que el poeta Rafael Espejo esté con nosotros en este encuentro.
A todos los medios de comunicación que acudieron a nuestro llamado, gracias por apoyar el encuentro, por publicitarlo, por convocar a nuestros amigos, a los lectores de poesía, esa “inmensa minoría” que nos acoge.
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Siempre he creído necesario que en un encuentro de poetas o de escritores se de una memoria con la obra. Al fin y al cabo la obra es lo que queda. Nosotros, todos, nos iremos un día, con nuestra memoria y nuestro corazón, con todo lo que hemos visto, hemos oído, pero los libros resistirán al tiempo y a las polillas. Pese a todo, estarán las páginas en alguna biblioteca, en algún lugar. Este encuentro quiere presentarles el libro con una muestra de los poetas seleccionados. Una muestra hecha por cada uno de los poetas, ahí los conocerán a pleno. La poesía los vuelve cuerpo presente, aún cuando ya no estén. Un libro con los poetas que nos visitan y con los nuestros. Un libro que será el libro de la memoria, en donde recordamos el instante, le daremos nuestra perspectiva; la poesía nos ayudará a convocar a la memoria, nos aupará por la dermis y la epidermis de ese rostro que escribió ese poema, que se volvió replica de una figura. El genio y la figura están siempre en el hacer, en el quehacer. Esa es la entrega necesaria. Lo hermoso de los poetas es que ninguno se parezca en su estilo, que ninguno reproduzca otro efecto, que no haya telarañas de la duda en la verificación de la voz. Por su poesía los conoceréis, por los pasos de los versos escarceados, versos vitales de nuestros 20 poetas en este primer encuentro. El libro circulará, debe hacerse visible y el tiempo sabrá en qué puesto lo pone, en qué anaqueles los coloca.
Fue un libro que comenzó y terminó en la ruleta insurrecta del amor. Un libro que se fue dando, que fue creciendo y que está ya con nosotros. Conózcanlo.
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Por último quiero hacer una promesa en este auditorio, y quiero que cada uno de ustedes me ayude, así, como cuando se promete algo frente a la Patria, frente a la novia, frente a los hijos, en este momento quiero prometerles que no voy a desmayar en esta faena, que quiero hacer cada año este encuentro:
Prometo, ante ustedes, hermanos de la palabra, que perseguiré al águila caudal de los poetas y los traeré al paralelo cero, y conjuntamente con los otros poetas hermanos, volver en el 2010 a encontrarnos en estos arrestos.
Pero toda promesa trae compromisos: quiero comprometer a la Casa de la Cultura, aquí, públicamente, para que el próximo año se vuelvan a embarcar en las naves y evitemos quemarlas para seguir recorriendo los puertos. Esos puertos que vienen y van, eso que, como bien dijo nuestro poeta modernista Remigio Romero y Cordero van “alejándose, mientras muere el día”.
Ni más ni menos.
Xavier Oquendo Troncoso