viernes, enero 09, 2009

"LA DECISIÓN" DE MARÍA EULALIA COELLAR


El libro de María Eulalia Coellar, “La Decisión”, me remite de igual forma tanto a la prosa poética, como al micro cuento, es decir que es un texto andrógino en el género.

Tal vez esto sea lo más relevante de su estilo. Los textos que conforman este libro han sido trabajados con el cincel de los años, madurados en silencio, como los melocotones de las campiñas de Francia, burilados por el sol del conocimiento y de la experiencia, así como le dicto la vida a Salomón y como lo siguió al pié de la letra el viejo Borges.

Su trabajo fue sedimentado en un taller literario, dirigido por la finísima mano de la gran poeta cuencana Sara Vanegas. Razones, estas, suficientes para el trabajo salga invicto.

Y aquí están los textos que conforman “La Decisión”. Han sido divididos en tres partes sin titulo. el motivo que hace gala en el libro o, mejor dicho, el leiv motiv lo conforma el cuerpo temático.

La primera parte del pequeño volumen está conformada por 10 textos que se desenvuelven en relación a la naturaleza. Son cantos óptimos de lugares propicios para poetizar, para que el ambiente sea el protagonista de una historia, en la que no hay esa tensión del, como diría Juan Bosch, relato tenso e intenso, si no que, más bien, se hallan los caminos de la expresión sobre la narración, es decir, que la poesía emerge del texto narrativo y estaciona al lenguaje. Lo frena con la sugerencia de la prosa, hasta que ésta vuelva a encontrar una mínima historia conmovedora y potente que se abrigue en el texto poético.

Siempre hay una primera persona en estos textos que conforman la primera parte del libro. Todos empiezan con el “Yo”, ese pronombre rehuido por muchos escritores, por miedo a caer en el confesionario de la literatura o, como dirían los críticos españoles, escribir como lo hacían los poetas de la experiencia.

La experiencia, creo, es una manera de volver poético lo imposible, porque en uno mismo está el estilo, no hay porque irse por las bancadas de la vanguardia ni por la escritura recargada.

Euler Granda, el gran poeta nuestro, suele decir que ya no es hora de pedir a los “escritores” y “poetas” que escriban bien, si no que escriban diferente. Y esto está bien dicho, porque ahora hay un montón de escritores que escriben “igualitos entre sí”. Si se lee a uno ya no hay necesidad de leerles al resto. Aún creen que el estilo está en la forma, y no se han dado cuenta los “racionalistas” anti “empíricos”, que en uno mismo se halla la colmena, donde se huele el amarillo de la miel.

En los primeros 10 cuentos del libro, una voz en primera persona resuelve mínimos conflictos, amparándose en el contexto. Estos personajes son a veces jóvenes, a veces mayores, pero siempre están en singular. Personajes silenciosos que se dejan llevan por la belleza, por ese camino pedregoso del misterio de lo sublime, del miedo a lo que produce la maravilla. “Qué maravilla, de maravilla la maravilla” dice Joan Manuel Serrat, y luego culmina diciendo “no hay canción que cante a la maravilla”. Ni texto poético, ni prosa, ni cuento, aumento yo.

Esto nos puede hacer reflexionar sobre varios tópicos, por ejemplo, las nuevas temáticas en la literatura narrativa y en el cine son absolutamente ligadas a lo esperpéntico, a lo escatológico, a lo sexual desde la violencia, desde la morbosidad, desde el encanto de lo oculto, de lo prohibido, desde lo periférico (como diría el compositor Roberto Cantoral en un bello bolero, el nuevo creador debería decir: “soy lo prohibido”). Sin embargo, cuando algo está sumergido en la pincelada vital de la belleza, del convencionalismo de lo que es bello, nos puede sonar cursi, disonante, anacrónico.

El triunfo de la literatura es tratar de rehacer lo hecho, lo que ya fue dicho y solo la experiencia hace al estilo y el talento encuentra a la belleza en el fango o en la luz de las luciérnagas.

La segunda parte del libro está dedicada a hablar de los otros. De los trece cuentos que conforman esta parte intermedia, 11 hablan en tercera persona, presentan al personaje en la omnipotencia lejana de un narrador omnisciente; se van retratando los rostros palabreados que contienen la dosis que forma al nuevo esqueleto que hará que un personaje nazca y dure lo que dura su lectura, y luego dure más, mucho más, hasta cuando dure su recuerdo.

Hermelinda, Fidel, Ascencio, Sor Gisella, Tres ángeles, Lorenzo, Juana, Juan, Don Antonio, Manuelito Sánchez y Beatriz tienen nombres comunes y unas pequeñas historias que marcan, como aquellas pequeñas cosas, de las que siempre se sostiene la gran historia. A veces la historia no es lo que dice el fin, si no lo que antecede al principio. La historia grande no está siempre en el Now coaunt de Julio Cortázar, si no en la intensidad. Es como la matemática del placer de la que habla el filósofo Jeremy Bentham, cuando afirma en su filosofía utilitarista que la felicidad es medida de acuerdo a los placeres en lo que se refiere a la Intensidad, la duración, la certeza, la proximidad, la fecundidad, la pureza y la Extensión. Creo que la literatura también podría ser medida de esta forma.

No es la historia siempre, lo que triunfa en la escritura, es tan bien el detalle, la precisión, el nivel de placer del lector se mide con el nivel de placer del escritor. Allí está la explosión de júbilo que deja la buena literatura.

La tercera parte de este es la síntesis del método de Hegel. La tesis es el contexto y el “Yo”; la antitesis es “los otros” y la síntesis resulta ser la “realidad” dentro del mundo.

Salir de esa puerta donde vive la señora imaginación, atravesar el dintel y darse cuenta de que el mundo no es siempre color de rosa, aunque tampoco tiene sabor a hormiga fumigada. De allí que los seis cuentos, de los siete que conforman la parte final del libro reflexionan sobre lo visto afuera, lo que está atrás de la cascada de luz en donde se refugia el literatura y sus palabras.

Es el caso de Eulalia, porque otros escritores tienen a las palabras en el tráfico, en el smog, en la confusión diaria de la vida.

Pero hay algo más. El último cuento llamado “Cholito” es la historia de un pajarito. Es solo un suspiro en medio de la realidad, tomando en cuenta que “la realidad es lo increíble”, como diría Clarise Lispector, y también, en medio de esta realidad existen las alas de un pájaro llamado Cholito, que nos puede prestar sus plumas para acurrucarnos en el pavimento y encontrar en la vereda, toda adoquinada, encementada, una flor de amargor, una flor que triunfa, que sale del cemento y grita que venció a la modernidad.

Así es este libro, una flor de amargor, una yerba, que no se ha dado por vencida. Y que lucha por hacerse presente, sabiéndose triunfadora.

Ni más ni menos.

Quito, 11 de Noviembre del 2008


Texto de la presentación del libro de María Eulalia Coellar, en Cuenca (CCE, Núcleo del Azuay)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso texto Xavier. Ya me dan ganas de leer el libro. Un saludo desde las distancias, retomando poco a poco los rumbos virtuales de la literatura.